Cata apenas levanta la cabeza cuando se sube a mi coche esta mañana y tampoco habla mientras nos dirigimos al parque cerca de la biblioteca en el que hemos quedado con las gemelas.
—He pensado que podríamos llamar a este parque "el parque de las conversaciones importantes". Aquí Darío y yo tuvimos una conversación importante en mayúsculas hace unos días y me contó que en este mismo parque le confesó sus sentimientos a Pelayo.
Ahí es cuando mi amiga me mira y alza una ceja. Lo sabía, ¡le encanta un buen cotilleo!
—No me mires así... Darío le confesó sus sentimientos en general, no sus sentimientos por él. ¡En ese momento ya estaba súper pillado de Salva!
—Eh... y... ahora Pelayo y Jonathan ya están juntos oficialmente, ¿no?
—Ellos dicen que han estado juntos oficialmente desde el principio —respondo, encogiéndome de hombros—. A ver cómo se lo decimos a Brianda...
Cata y yo hemos llegado al banco situado justo delante de la charca de los peces. Nos sentamos y después nos ponemos de pie inmediatamente al ver a las gemelas aparecer con su uniforme de clase.
—Creo que voy a vomitar de los nervios.
—Va a salir bien, Cat.
Cualquiera que nos viera desde fuera no pensaría que nosotras cuatro somos amigas. No nos miramos como lo harían las amigas. Unas amigas no deberían mirarse con tanto... ¿enfado? ¿Tanto miedo a hacerse daño?
—Hola —Mencía nos saluda con una enorme sonrisa y se acerca a nosotras para darnos un abrazo a cada una. Cuando nos hemos abrazado y vuelve a colocarse al lado de su hermana, puedo ver que Brianda la reprende con la mirada.
—Espero que nos pidáis disculpas —dice Brianda—. Se supone que somos amigas y durante estos días no nos hemos enterado de nada de lo que os ha pasado. Os hemos mandado mensajes, os hemos dado tiempo y lo único que hemos conseguido es que paséis de nosotras. Tengo la sensación de que habéis estado jugando con nosotras.
—Bri, no te enfades... Seguro que nos lo pueden explicar.
Estamos a punto de sentarnos en el banco cuando un llanto rompe nuestra conversación. Cata está llorando y entierra su cara entre las manos.
—Lo siento mucho —solloza.
—Perdón, perdón, Cata, no estamos enfadadas contigo —dice Brianda, acercándose a ella para darle un abrazo.
Mencía la abraza también.
—Escucha, si has cortado con León, eso no es grave, solo nos ha molestado tener que enterarnos por las demás. Pero no estamos enfadadas contigo...
—No, no es eso... —solloza Cata.
—¿Qué pasa entonces?
—Chicas, sentaos —digo yo. Cogiendo aire y armándome de valor.
Sé que no soy la protagonista de esta historia y que nunca podré hablar por Cata. Pero en los minutos siguientes, regreso al pasado y les cuento exactamente lo que pasó en la fiesta de nochevieja. Ya he perdido la cuenta de las veces en las que he tenido que contarlo, dando más o menos detalles. Una pensaría que se vuelve más fácil con el tiempo. Que te acostumbras a la sorpresa en el rostro de las personas a las que se lo cuentas, a que no puedan mirarte a los ojos o a la pena repentina. Pero no es así. Y al mismo tiempo, sí que lo es. No sé si se vuelve más fácil o te vuelves más impermeable a todo. Les hablo de lo que me pasó a mí y de que, en vez de hablar con Cata, me quedé callada. Les hablé de cómo es descubrir que eres más cobarde de lo que esperabas, o quizás de descubrir que la valentía no siempre aparece en la forma en la que imaginamos.
Entonces, Cata empieza a hablar.
—Quedé con Jimena justo al día siguiente de discutir en la fiesta, porque necesitaba que me consiguiera una pastilla del día después.
Porque Cata es la protagonista de esta historia y mientras yo vivía la mía ella estaba ocultando la suya. Entiendo entonces que en el momento en el que quedamos yo estaba deseando contarle algo que al final no me atreví a verbalizar y que ella, al mismo tiempo, estaba ansiando decirme algo que no pudo.
Fijo la vista en el estanque y en los peces cuando Cata lo dice:
—La noche antes de la pastilla del día después, yo no quería acostarme con León. Se lo dije y él lo hizo de todas formas.
No quiero mirar a mis amigas. Cata no las mira tampoco.
—¿Entonces es verdad que le habéis denunciado? —pregunta Brianda.
—Sí —responde Cata por mí. Ya no llora y su voz es firme.
—¿Y qué va a pasar ahora? —quiere saber Mencía.
Cata se encoge de hombros mientras Brianda le da un codazo a su hermana:
—Eso no es lo importante —dice—. Siento muchísimo no haber estado con vosotras en la comisaría, apoyándoos. Siento haberte dicho tantas veces que León y tú hacíais una buena pareja yo... No sé. Supongo que veía lo que quería ver.
—No pasa nada. Supongo que yo también me esforcé mucho porque pareciera que estábamos bien —dice Cata—. Ahora... bueno, supongo que ahora empiezo a darme cuenta de todas las cosas que estaban mal.
Volvemos a abrazarnos. Los minutos que siguen a este momento no son fáciles porque nadie te prepara para vivir esto y nosotras solo hacemos lo posible para seguir.
Pero ahora estamos juntas. Ahora vamos a seguir juntas.
***
En la llegada al instituto no hemos tenido que hablar de nuestra estrategia, pero adoptamos una igualmente. Desde el momento en el que atravesamos la puerta, las cuatro somos un muro infranqueable.
Mencía me agarra a mí, yo a Cata y Cata a Brianda. Si alguien nos habla, no respondemos.
Muchas de las personas quieren saber lo mismo que nos preguntan a diario por WhatsApp. ¿Cata ha roto con León? ¿León y Jimena están juntos? ¿Es verdad que has puesto una denuncia?
Porque eso es lo que se aseguró de decir León: que Cata le había denunciado por despechada, porque él le había dicho que no quería seguir con ella y porque ella prefería mentir y hundirle la vida que aceptar eso.
Hemos formado una pared de hormigón armado que nadie puede atravesar. No reaccionamos a las miradas. No reaccionamos a los comentarios. Da igual que alguien venga a buenas a preguntarnos la fecha de un examen o hasta la hora. No dejaremos a nadie acercarse al muro porque si alguien lo golpea, aunque sea un poquito, corremos el riesgo de que todo se venga abajo.
Tenemos clase de Matemáticas y ahí nos dividimos. Brianda y Cata por un lado y Mencía y yo por el otro. Hasta la profesora está cuchicheando cuando nos vemos aparecer. Y al acercarnos al pupitre de Cata, yo veo el mensaje que le han escrito antes incluso de que lo haga ella.
Solo dos palabras: PUTA MENTIROSA.
Eso basta para que todo nuestro bloque se venga abajo.
¡Oficialmente quedan cinco capítulos para llegar al libro! Muchísimas gracias por acompañar a Jimena y Cata en este viaje.
Aprovecho para decir que ya tenéis la ficha de la novela subida a Goodreads para que podáis agregar la lectura.
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Perdón por no ser Julieta | Serie Cayetano #2
Teen FictionJIMENA tiene quince años, estudia en el instituto privado más elitista de Valencia y llena su tiempo con deberes, jornadas en la hípica y la producción estudiantil de Romeo y Julieta. CATA cumple dieciséis años en Nochevieja y como cada año celebra...