Getaway Car- Taylor Swift
La foto debe ser de hace al menos un año. En la playa, Cata aparece de espaldas con la melena roja brillando y mirando el mar y el horizonte. En la primera publicación aparece sola de espaldas y en la segunda, acompañada de un León que la coge de la cintura. Desde que me he subido al coche para ir al instituto, no he dejado de mirar lo que ha subido a Instagram. Hay dos razones. La primera: que Cata nunca, nunca, sube publicaciones. Y la segunda: que recuerdo el día de la foto a la perfección. Las gemelas, Cata y yo fuimos a hacer un picnic en la playa. León llegó después y nos acompañó a ver el atardecer. Yo estaba ahí, aunque no aparezca en la foto.
—¿Me has oído? —la voz de mi padre me saca de mis pensamientos.
—¿Qué? —alzo la vista.
—¿Quieres que hable con los padres de Cata? Tu madre los vio el fin de semana pasado...
Siento un retortijón en el estómago.
—¡Ni hablar! Esto es una tontería, lo arreglaremos nosotras...
Desde que volví de la fiesta con un moratón en la mejilla, papá no ha dejado de ser la persona más pesada de la tierra.
—Igual sí que es buena idea que hablen con sus padres —murmura Darío, a mi lado.
Retiro lo dicho. Mi hermanastro supera a mi padre en ser pesado. Le miro y me aseguro de que vea cómo pongo los ojos en blanco.
—Hija, has dejado la equitación, no mejoras tus notas y ahora esto. ¡Si Cata se está metiendo contigo o estás teniendo problemas en el instituto...!
—¡Joder, papá! ¡No tengo ningún problema! —grito—. ¡Cata no se está metiendo conmigo ni está pasando nada raro entre nosotras, hostia! ¡Somos amigas!
—¡Por Dios, si estuvo a punto de romperte la mandíbula! ¡Las amigas no hacen eso!
Discrepo. Cómo se nota que hace mucho que mi padre no tiene quince años...
Por suerte ya hemos llegado al instituto Germán Otálora y después de dejar a Darío vamos directos al segundo destino. Cuando salgo del coche, ni siquiera me despido de mi padre.
En la puerta del instituto, apenas hay grupos de chicas charlando. Desbloqueo mi teléfono y me doy cuenta de que llego un par de minutos tarde. Me bajo un poco la falda del uniforme y me encamino hacia la clase. Creo que hoy toca Lengua. Qué pereza.
—¡Hola! —me dice una chica de otro curso por el pasillo y después saludo a un par más, mostrando mi mejor sonrisa. Juro que de todas las chicas que me sonríen, solo conozco a un par.
Debe ser que se sigue hablando de nuestro Tiktok. Después de que Cata borrara su vídeo y de que León me mandara un mensaje cariñoso yo hice lo mismo con el mío. Pero no importa, la situación se ha ido de madre. Tengo que respirar hondo un par de veces antes de entrar en el aula, mentalizándome para soportar todas las miradas y preparándome para dar siempre las mejores respuestas.
En Lengua, siempre me siento con Mencía y Cata se sienta con Brianda en la mesa de atrás. Pero esta vez, las tres están en una mesa alejada, cerca de las ventanas. Las gemelas me saludan cuando aparezco y yo dejo caer mi mochila en mi mesa.
Entonces lo veo. Dos palabras escritas con rotulador rojo sobre el marrón de la madera.
ZORRA ROBANOVIOS
Dos palabras separadas pero que van inseparablemente unidas.
ZORRA ROBANOVIOS
Escucho un par de risas y miro a mi alrededor, donde mis compañeras de clase cuchichean. Siento que estoy boqueando, como un pez que se da cuenta de que no puede respirar debajo del agua. No digo nada. Rebeca, Balma y María no dejan de reírse y el resto solo observan en silencio. Yo tampoco puedo hablar. No soy capaz de decir nada.
¿Qué debería hacer? ¿Una reverencia? ¿Tendría que aceptar esas palabras y hacerlas mías? ¿Reclamarlas para que no me hagan daño? Lo que realmente quiero es irme de clase y esconderme en el baño.
ZORRA ROBANOVIOS
—¡Yo no he sido! —grita Cata, pero ni siquiera me mira cuando se acerca a la mesa en compañía de las gemelas.
—¿Quién ha sido? —pregunta Brianda.
No hay respuesta. Escucho un ruido en el pasillo. Debe ser la profesora a punto de llegar, porque mis compañeras están sentándose en sus pupitres.
¿Qué hago? ¿Me siento?
Mencía aparece a mi lado y se sienta en la mesa sin decir palabra. Saca un pañuelo de su mochila, lanza un escupitajo y hace que las dos palabras desaparezcan.
***
A partir de ahora, publicaré un nuevo capítulo un día sí, un día no. ¡Nos acercamos a la mitad del libro!
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Perdón por no ser Julieta | Serie Cayetano #2
Teen FictionJIMENA tiene quince años, estudia en el instituto privado más elitista de Valencia y llena su tiempo con deberes, jornadas en la hípica y la producción estudiantil de Romeo y Julieta. CATA cumple dieciséis años en Nochevieja y como cada año celebra...