28. JIMENA

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RAISA: Estaré en tu casa en 20 minutos.

Mi profesora particular de matemáticas me manda este mensaje el viernes por la tarde sin opción a réplica. No es la primera vez que me escribe esta semana. Sé que sus intenciones son buenas, pero empieza a ser irritante que haya tanta gente preocupada por mi estado. Sé que si yo viese mi vida desde fuera también estaría preocupada, pero... odio parecer tan débil y necesitada.

Mi mente sigue en el aula del instituto, en ese ensayo de Romeo y Julieta. Después de lo que me contó, Cata y yo nos prometimos permanecer unidas, hablar las cosas bien y tomar decisiones. Pero ha pasado un día y no hemos hablado. En clase, nos comportamos como dos compañeras que hace mucho que dejaron de ser amigas. Por lo menos siete veces al día, nos preguntan por nuestra disputa en redes y por León. Nosotras nos limitamos a no responder. Por lo menos no han vuelto a dejarme un mensaje malintencionado en la mesa.

Raisa aparece puntal a las seis de la tarde. Lleva el pelo negro y rizado suelto larguísimo (verlo me da una envidia tremenda, ¡cuánto echo de menos mi pelo largo!), cayendo por encima de sus hombros, un jersey rojo y unos pantalones militares. La mochila cuelga de su hombro.

—Hola —la saludo.

Ella frunce el ceño.

—Vaya, sí que te has cortado el pelo... estás guapísima, Jimena.

—No sé yo.

—De verdad. Te queda genial.

—Creo que aún tengo que acostumbrarme, me siento muy poco yo misma...

La chica no dice nada, saluda a Óscar y entra en casa. Hoy Darío y yo volvemos a estar solos (con Ana, la mujer que se encarga de cuidar la casa). Papá está teniendo unos días bastante ajetreados con reuniones de trabajo y cuando tiene que hacer algún viaje Alma va con él. A mí me gusta esta tranquilidad, no me quejo.

Sin embargo, sí que hay algo que me perturba de estos días calmados y silenciosos, algo que se queda en mi piel y me irrita más que la urticaria: sé que se van a acabar y sé que se acabarán pronto. En cuanto Cata y yo hablemos toda esta falsa tranquilidad se acabará para siempre.

Este es el ejemplo más claro de la calma antes de la tormenta.

—¿Qué tal todo? —Raisa tantea el terreno como puede, pero creo que enseguida se da cuenta de que hoy sacará poco de mí.

—Bien.

—¿Y tú?

—Bien también.

Esta es nuestra única conversación al inicio de la clase, antes de que empecemos a repasar los contenidos de la clase de matemáticas de cara al próximo examen. Este espero aprobarlo, la verdad. Estoy esforzándome por aplicar lo que aprendo con Raisa en las clases, atender siempre y hacer los deberes con calma.

—Yo creo que lo llevas bien, niña —comenta Raisa.

—Todo gracias a ti.

—Evidentemente —dice, sonriente—. ¡Eres la mejor alumna que he tenido nunca! Bueno, la única que he tenido en realidad, pero ya me entiendes...

Alzo una ceja.

—¿En serio? Pues Darío dijo que tenías mucha experiencia. Si no, mi padre no te habría contratado...

—Ah... —Raisa frunce el ceño—. Pues yo solo le doy clases a Jona y eso no cuenta.

—Joder, Darío es siempre una caja de sorpresas...

—Será verdad.

Sonrío.

—Oye. Sé que mañana es tu cumpleaños, pero no esperes que vuelva a darte un regalo adelantado —mascullo—. Te felicitaré cuando toque y ya está.

Perdón por no ser Julieta  | Serie Cayetano #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora