Capítulo 16.

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Alicia.

- ¡Buenos días, estrellita! - abro lentamente los ojos, despertándome al ver a Carlo entrar bastante emocionado, abriendo la cortina del ventanal con una gran sonrisa.

Me veo obligada a cerrar los ojos nuevamente para que se adapten a la brillante luz del sol.

-Buenos días- digo confundida por su alegría, que, aunque su personalidad sea así, nunca lo vi tan feliz.

- ¿Qué tal dormiste, chiquita? – me pregunta con una bonita sonrisa.

-Muy bien, ¿Y tú? – le pregunto, sentándome y frotándome los ojos con los puños cerrados, pero luego alejo mis manos de mis ojos, al recordar que, cada vez que Carlo y Aleksander me ven haciendo eso, no me lo permiten, porque puedo lastimarme o algo así.

-Bien...- dice, para luego cambiar de tema rápidamente- Hoy es un gran día, ¿No crees? – lo miro confundida, pero sonrío asintiendo.

- ¿Estás bien? – pregunto al observar bien su rostro y notarlo un poco ojeroso.

-Estoy bien– murmura sonriendo- ¿Recuerdas lo que te dije antes de aprovechar el verano? – Cambia de tema otra vez, pero decido dejarlo así y asiento ligeramente, aún bastante adormilada- Pues hoy es el día perfecto, así que deberías bañarte y debajo de la ropa ponerte el bañador, para que no tengas que cambiarte en un rato.

La emoción me invade rápidamente, haciendo que todo rastro de sueño se vaya de mi cuerpo. Me levanto rápidamente y corro hacia el baño.

Después de bañarme y dejar en mi cuerpo un rico olor a vainilla, gracias a los jabones, corro al clóset, donde después de rebuscar durante un buen rato logro encontrar un bañador lila, encima de este me pongo una falda rosada, una camisa blanca estampada con mariposas y unos tenis blancos con cordones de colores.

Corro hacia la cocina, como si de llegar rápido dependiera mi vida, pero justo cuando voy llegando a la entrada de esta veo la silueta de Aleksander pasar con el teléfono en mano.

Al ir rápido, no alcanzo a parar ni reaccionar, haciéndome estrellar con fuerza contra su cuerpo y caerme después. El cuerpo de él ni siquiera se mueve, como si fuera una estatua pegada del suelo. Voltea lentamente su cabeza hacia mí, como si de un personaje de película de terror se tratase.

-Auch- me quejo con ganas de llorar, sintiendo el fuerte dolor del impacto en mis pompis. Veo a gatito agacharse y luego ofrecerme su mano para ayudarme a levantar. Lo miro mal, él suelta una ligera carcajada.

- ¿Te lastimaste? – pregunta agachándose más, para agarrarme de las axilas y levantarme sin ningún esfuerzo, como una muñeca.

-No- murmuro sin dejar de mirarlo mal, alisando mi falda y sobándome la zona del golpe. Haciendo que se ría más. Empiezo a caminar hacia la barra y me siento, seguida por él.

Me dirige una mirada sonriente, no se la devuelvo, sintiendo la zona doler el triple al estar sentada.

-No hagas puchero, muñequita, te he dicho muchas veces que no corras en la casa.

-No estoy haciendo puchero- murmuro indignada. Eso solo lo hacen los bebés.

-Si lo estás haciendo... amor, ¿cierto que Sofi está haciendo puchero? – le pregunta a Carlo, que está preparando el desayuno. Rápidamente voltea y su mirada se posa en mi cara, para luego sonreír enormemente.

-Sí que lo está haciendo, y se ve muy tierna- rápidamente me tapo la cara con las manos, haciendo que los dos rían.

-No se burlen de mí, es inconsciente- susurro sin destaparme, sintiendo rápidamente como me pongo roja.

Soy feliz, si estoy con ustedes (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora