Capítulo 31.

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Carlo.

Me partió el corazón el haber dejado a mi niña, pero debo confiar en que todo saldrá bien.

Si, todo va salir bien.

Apenas y tuve tiempo para planear la trampa que le pusimos a Santoni, a mi parecer es una trampa pobre, pero fue lo único para lo que el tiempo nos alcanzó.

-Muy bien chicos, repasaremos el plan- digo por la radio para que los que van en los demás autos me escuchen- ustedes estarán cerca de la casa de Santoni, a una distancia prudente para que no nos descubran... yo entraré desarmado y hablaré con él, no quiero que bajen la guardia, esperen con las armas cargadas y listas para cualquier cosa... si escuchan la alarma, entran inmediatamente por mí, recuerden que estaré desarmado.

El plan no es complejo como yo quería hacerlo, pero servirá para contraatacar por si lo que Santoni planea es ponerme una trampa. Con los conocimientos que tienen Nikolai y Jeff, lograron que mi reloj, no fuera un reloj normal, sino una alarma.

Si veo peligro, oprimo el pequeño botón que en un reloj normal sirve para cambiar la hora, este botón activará una alarma conectada a los radios, de modo que así los chicos puedan escucharlo y entrar lo más rápido posible.

Una vez termino de recordarle el plan a los chicos, todos empiezan a responder a través de la radio con un "copiado, patrón"

El camino a la casa de Santoni dura por lo menos cuarenta minutos. Antes de llegar, los chicos que van conmigo se montan en otro auto y se dirigen al lugar donde estarán esperando. Cuando recibí la señal de que habían llegado, arranco el auto y entro en la propiedad, bajándome lentamente del coche.

-Carlo, estás en la boca del lobo- susurro para mí mismo- acompáñame, ¿Sí? - susurro nuevamente mirando hacia el infinito cielo, con cierta esperanza de que mi madre esté escuchando desde donde quiera que esté.

Tomando un largo suspiro, me encamino a la casa y toco la puerta.

Después de unos segundos, es Alan Santoni quien me recibe.

-Pensé que te habías acobardado, Manzello- dice invitándome a pasar, mirándome con suficiencia. Lo miro con burla.

-Qué iluso sigues siendo, Santoni.

Me siento en uno de los sillones individuales y después de unos minutos de silencio y miradas asesinas, me levanto a la defensiva, viendo como cuatro hombres entran a la sala de estar.

-Santoni, dijiste que ibas a estar solo y desarmado- digo, alistándome para apretar el botón de mi reloj.

-No te preocupes Manzello, es solo seguridad- los cuatro hombres se acercan y me rodean, indicándome que levante las manos para requisarme. Sin mucha confianza, levanto las manos, asegurándome de tener cerca el botón de emergencia.

Empiezan a revisarme de pies a cabeza y rezo mentalmente para que no me revisen los zapatos. Pues adentro del izquierdo, tengo un buen escondide para navajas que, según yo, pasa totalmente desapercibido.

Y así fue, me revisaron allí, pero el escondite de la navaja fue totalmente imperceptible para ellos. Sonrío.

Cuando los de seguridad confirmaron que "no tengo nada" desaparecieron, permitiéndome sentarme nuevamente.

-Estoy limpio como acordamos Santoni, porque yo sí tengo palabra... no como tú por lo que veo- puedo ver la rabia arder en los ojos de Alan, haciendo que mi sonrisa burlesca crezca.

Ese es un problema que he tenido toda la vida, me encanta provocar a los que considero enemigos. Por más que sienta que me van a matar o que estoy cruzando a un terreno peligroso, siempre los provoco, sin importar qué.

Soy feliz, si estoy con ustedes (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora