Capítulo 12.

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Volviendo al pasado. Parte 1/2

Alicia. Cinco años de edad.

Me encuentro caminando por los pasillos de la escuela, con las dos manos agarrando cada uno de los brazos de la mochila en mis hombros. Viendo los demás niños, jugar felices mientras esperan a que sus padres o transportes lleguen por ellos.

Me siento en una pequeña banca de madera que está sola, sin quitar la mirada de la puerta de la escuela, esperando ver a mis abuelitos llegar, para poder salir e irnos juntos.

Balanceo mis pies en el aire, mientras juego con una de las cuerditas de mi mochila, miro con curiosidad a un niño, un poco más alto que yo, que se acaba de sentar a mi lado con un paquete de papas fritas.

-Hola- me saluda con una gran sonrisa, casi atragantándose con una papa.

-Hola- le respondo en un susurro, tratando de devolverle la sonrisa. Nunca he tenido amigos, y siempre me ha dado miedo intentar hacerlos.

-Yo soy Max, ¿Tú cómo te llamas? ¿Quieres una? – me ofrece el paquete.

-Yo soy Alicia... gracias- sonrío, sacando una papa.

-Come más si quieres, no importa.

-Estoy bien, voy a ir a comer helado con mis abuelitos cuando lleguen por mí- él asiente.

-Yo voy a ir a ver una película de policías con mi tío, ¿Cuántos años tienes? - el niño se ve bastante amigable, con su cabello negro peinado y su piel blanca sonrojada.

-Tengo cinco, ¿y tú?

-Yo tengo ocho... eres muy pequeña, tendré que cuidarte- me sonríe, y yo le devuelvo la sonrisa, sintiendo el calor subir a mi cara.

- ¿Q-quieres ser mi amigo? – me decido a preguntar, viéndolo terminarse las harinas de las papas y desechar el paquete en el basurero de al lado.

- ¡Por supuesto! ven, vamos a jugar- dice con una gran sonrisa, jalándome corriendo al parque en una esquina del patio de la escuela. Jugamos un rato en el tobogán, hasta que veo a mis abuelos llegar a la entrada.

- ¡Ya tengo que irme Max, adiós, nos vemos mañana! – él asiente con alegría y yo corro a la puerta- profesora, ya llegaron por mí, ellos son mis abuelos- le digo a la profesora encargada de cuidar la puerta, la cual abre dejándome salir. Mis abuelos caminan hacia mí y yo corro a abrazarlos.

- ¡Hola, princesa hermosa! - me saludan los dos, abrazándome.

- ¡Hola abuelitos! – le doy un beso en la mejilla a cada uno, sonriendo al ser cargada por mi abuelo. Lo abrazo por el cuello y mi abuela toma mi mochila.

- ¿Cómo te fue, calabacita? – me pregunta mi abuelo, sonrío por el apodo, él siempre me ha dicho así por mi cabello naranja claro.

- ¡Muy bien, les hice un regalo! – digo feliz, estirando mis brazos para que mi abuela me pase la mochila. La abro y empiezo a rebuscar, hasta que saco dos flores hechas de papel, una rosada y una azul. Se las entrego.

-Están preciosas, calabacita- me felicita mi abuelo, dándome un beso en la cabeza- venga, vamos a comer el helado que te prometimos.

- ¡Sí! -


Seis años de edad.

- ¡Sofía! - me llama mi padre.

- ¡Voy, papi! - bajo las escaleras corriendo, llegando a la sala de estar, donde está él, tomando al parecer agua de una botella extraña.

-Tus abuelos... llegaron por ti- dice con un poco de dificultad.

-Vale- corro a la puerta de la entrada, donde veo a mis abuelos esperando, hablando entre ellos- ¡Abuelitos!

- ¡Hola, calabacita! – saluda mi abuelo, abrazándome, luego abrazo a mi abuela y salimos juntos de la casa.

- ¿A dónde vamos? –

-Al centro comercial a comer algo y a recoger un regalo para ti.

- ¡Qué bien!

***

- ¿Te gustaron los wafles?

-Estaban deliciosos- le respondo a mi abuelo, parándonos afuera de una tienda de accesorios, donde mi abuela entra. Unos segundos después sale con una cajita en la mano.

-Mira mi niña... tu abuelo y yo estamos un poco viejos ya... nosotros te amamos y por eso es que te enseñamos todo lo que podemos, pero algún día... nosotros ya no estaremos aquí.

-Abuelita, no digas eso, ustedes van a vivir muchos años, van a estar conmigo cuando salga de la escuela y cuando sea veterinaria... y me van a ayudar a cuidar a los perritos y gatitos que vamos a rescatar- digo sin entender, con ganas de llorar. Mirando los ojos de mi abuelo, que son como los míos. Uno verde, y otro miel.

-No tenemos la vida comprada, mi amor, y aunque verte crecer y estudiar es lo que más anhelamos, no sabemos si llegaremos hasta allá... por eso hoy te decimos, que siempre te amaremos, y siempre estaremos orgullosos de la niña especial que eres... te entregamos esto, porque queremos que nos recuerdes por siempre, como las personas que más te amaron en vida... y que, cuando ya no estemos y te sientas triste, lo mires, y recuerdes todos los momentos lindos que pasamos contigo- continúa mi abuelo.

-P-pero ustedes no me van a dejar solita, ¿V-verdad? – digo empezando a llorar.

-Siempre estaremos contigo hasta que nuestras vidas terminen, y cuando ya no estemos, y nos volvamos angelitos... siempre te cuidaremos desde allí arriba, pero cuando no estemos, tienes que ser fuerte y nunca rendirte en lo que te propongas, ¿lo prometes? – dice mi abuela limpiando mis lágrimas, asiento, recibiendo la cajita que me ofrece.

La abro, y en ella hay un collar de un corazón plateado, muy bonito.

-Ábrelo- me dice mi abuelo. Abro el collar, en el cual, en el lado derecho, hay una foto de nosotros tres, sonriendo alegremente. En el lado izquierdo, está escrito en letra muy pequeña: "para que siempre nos recuerdes, te amamos, calabacita. Con amor, tus abuelos"

-Nunca me lo quitaré, muchas gracias, los amo mucho- digo abrazándolos, pasándole el collar a mi abuelo, para que me lo ponga. 

Soy feliz, si estoy con ustedes (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora