Alicia.
- ¿Q-qué?
-La niña de la que te hablamos... eres tú.
Eso no me lo esperaba.
Me quedo en completo silencio, ahora con ganas de vomitar. ¿Casi lloro para nada? Y lo más importante, ellos piensan esas cosas tan lindas de mí... ¿Cómo podrían pensar algo tan lindo de alguien como yo? No... me cabe en la cabeza. No lo puedo creer.
Entonces no hay nadie más... soy yo... ellos quieren ser esas personas importantes para mí, en verdad quieren cuidarme... ¿Qué puede salir mal?
-Ustedes son malos- murmuro con ganas de llorar de alegría, aunque ellos no saben que es de alegría y quedan bastante confundidos. Si Aleksander es muy blanco, entonces casi se camufla con la pared de lo pálido que se puso, a Carlo, todo color en su piel le abandonó- porque me hicieron pensar que había alguien más- digo rápidamente para despreocuparlos, lo cual logro.
Carlo rápidamente me levanta de las axilas, me acomoda en su regazo y me abraza.
-Mi niña, no hay nadie más, solo estás tú... alegrando nuestras vidas- susurra dándome un beso en la sien. Gatito empieza a dar caricias en mi cabello.
-Las cosas que dijeron- susurro recostándome en su pecho y hago una pausa de pocos segundos- ¿En serio piensan que soy... así?
Gatito pone su mano en mi barbilla y hace que lo mire a los ojos.
-Pensamos que eres la niña más especial que hemos conocido y sí, todo eso que Carlo dijo es lo que pensamos de ti.
Piensan que soy especial... sonrío enormemente, abrazándolos a los dos por el cuello. Inhalo el aroma varonil de cada uno, queriendo guardarlo en lo más profundo de mi ser.
Los abrazo con todas mis fuerzas, como si esta fuera la última vez, aprovechando el momento.
Después de unos segundos, siento la mano de uno de los dos tocarme las costillas, haciendo que las cosquillas aparezcan rápidamente. Empiezo a reír, y removerme como gusano, intentando que acaben con mi sufrimiento. En medio de la risa, logro ver que el causante es Carlo, así que intento levantarme de su regazo, pero él es más fuerte y no para.
- ¡Ya, Carlo! ¡M-me haces cos...quillas! – murmuro a carcajadas, contagiando a los dos rápidamente. Intento buscar un punto débil para hacerle cosquillas también y que me suelte, pero no salgo victoriosa al darme cuenta de que no le dan cosquillas en ninguna parte.
Intento en cualquier parte de él que esté a mi alcance. El abdomen, la cabeza, los brazos, las axilas, el cuello. Nada da resultados.
Busco la ayuda de gatito, quien ríe bastante divertido con la situación. Lo miro mal, pero rápidamente lo ignoro al ser atacada nuevamente y verme obligada a ser movimientos a los de un gusanito.
Después de unos segundos que parecieron eternos, sentí un ligero dolor llegar a mi abdomen, a causa de reír y chillar como gato sin parar. Continúo removiéndome sin poder dejar de reír, pero a la vez queriendo que este momento tan alegre nunca acabe. Así que, en medio de la risa, decido que nunca olvidaré este momento, y lo guardaré como uno divertido en el diario de mi mente.
- ¡Aaah! - suelto un chillido cuando accidentalmente pongo mi mano en su cara, haciendo que el emita un gruñido como de un león, haciendo como si intentara morder mi mano.
El alivio no duró mucho, pues una vez quité la mano entre risas, fui atacada nuevamente con cosquillas en el abdomen. Haciendo que rápidamente empiece a reír otra vez.
- ¡Papi, PARA! – grito finalmente.
Una palabra. Una... palabra... con demasiada importancia.
Muy tarde, fue muy tarde cuando me hice consciente de lo que dije y el arrepentimiento y la culpa infinita empezaron a atormentar mi mente tranquila hasta hace unos segundos. Me hice consciente de lo mucho que jodí el momento.
De que posiblemente el silencio fue porque se enojaron...
El calor sube rápidamente a mi rostro, haciendo que no solo lo sienta allí, sino también en el cuello, orejas y manos. Por supuesto, las ganas de llorar por mi imprudencia inconsciente también aparecieron.
Los tres nos quedamos completamente tensos, en un silencio sepulcral. La tensión llena el aire por completo y todos nos quedamos en un estado de procesar.
Pude sentir el cuerpo de los dos mucho más tensos que yo, vi por los ojos de Carlo, pasar muchísimas emociones distintas, suficientes como para no lograr leer ninguna de ellas.
Pero, por supuesto mi mente traicionera empieza a pelear con mi corazón. La primera, intentando convencerme de que sí pude leer esas emociones, las cuales son ira, ira profunda... el segundo, insiste en que no leímos esas emociones, y que ellos nunca me lastimarían.
Traté de escuchar a mi corazón, el cual en situaciones como estas es el que casi siempre tiene la razón, sin embargo, las lágrimas empiezan a salir, lentas y tortuosas; mi mente espera un grito, un golpe o algo peor.
No nos van a lastimar, no lo hicieron antes, no lo harán ahora, menos en el futuro. La idea de lastimarnos nunca, nunca les pasará por la cabeza ¿Qué más necesitas para darte cuenta?
¿Qué no ves que hice algo horrible?
¿Qué no ves que es lo que ellos querían?
-L-lo siento mucho, en serio, lo siento, no fue mi intención haber dicho eso, se me salió, no sé por qué, juro que fue inconsciente, lo siento, en serio lo siento muchísimo- digo con desesperación.
Trago saliva cuando veo el rostro de los dos girar hacia mí al mismo tiempo, recordándome al exorcista. Me miran sin ninguna expresión y eso rompe mi corazoncito.
Siento las lágrimas bajar más rápido y suelto un sollozo, lo cual hace que salgan de su estado de shock, ahora mirándome con alguna emoción que no supe reconocer.
Contra todo pronóstico de mi mente, en vez de llegar algo malo, llega un abrazo. Un abrazo tan cálido y reconfortante, que me hace sentir... en mi hogar.
No el "hogar" de antes, por supuesto que no (si es que a eso le puedo llamar hogar). Me refiero a un nuevo hogar, donde puedo ser yo misma, donde puedo ser feliz.
Y eso, es lo más bonito que la vida me ha podido dar.
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Soy feliz, si estoy con ustedes (en proceso)
RomansaAlicia es una niña de quince años, que toda su vida vivió bajo el maltrato psicológico y mental por parte de sus padres. Su cumpleaños, un día como cualquier otro, es secuestrada por dos de los jefes de una importante mafia. ¿Qué pasará, al darse...