Capítulo 24: Marxel

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MARXEL

El agua estaba tan fría que sentía que me rozaba hasta los huesos. Estaba claro que este lugar no se les permitía tener el lujo de agua caliente como la Alta Torre. Tirité cuando salí de la ducha y me observé en el diminuto espejo del baño. Estaba demacrado.

Parecía que hubiera cruzado el estrecho de Bass desde Victoria para llegar a las tierras de fuego. Lo hacían algunos soldados azules cuándo las misiones imponían controlar la ola de indocumentados que alcanzaban las islas del sur. Jamás había tenido que llegar hasta allí, pero se decían que las corrientes de agua eran las más traicioneras del mundo, incluso antes de la gran guerra.

Utilicé una rasuradora nueva que hallé en los estantes y me libré de la barba incipiente que estaba molestándome. Dante me ofreció una camisa oscura, unos pantalones militares y una sudadera que me quedaba ajustada, puesto que él era más bajo y delgado que yo. Aun así, pude despejarme de la fachada de moribundo que tenía momentos atrás.

Salí del baño encontrándome con Dante y este me entregó varias dagas, las cuales guardé en los sitios más discretos, una en cada bota, en la cinturilla del pantalón y en los bolsillos. También me cedió un pequeño dispositivo.

—Es un arma de electrochoque —soltó—. Es más pequeño de lo normal, pero contiene la misma potencia y puede caber en los bolsillos de tu pantalón. Lo hice yo, así que cualquier pregunta que tengas sobre cómo usarla... podrás hacerla mediante el interceptor de Kara.

—¿Tú lo hiciste? —elevé una de las cejas, sorprendido.

Él se encogió de hombros y por la sacudida descarriada de sus ojos pareció recordar algo. Corrió por hacía el escritorio por su cubrebocas y me lo tendió.

—Ponte esto cuándo estés afuera—dijo. Sujeté la tela suave. Seguro que tenía toda una colección.

Asentí.

—Solo deberás usarlo durante el camino a la Alta Torre —aseguró una voz a nuestras espaldas.

Kara apareció en la sala vistiendo una falda negra y unas botas altas. No pude evitar quedarme un segundo más al admirar sus piernas largas. Ella se rodeó el cuerpo con la capucha de terciopelo oscuro.

Dante se acercó y le entregó también el pequeño electrochoque. Compartieron miradas durante un instante, pero Kara fue la primera en apartarse y caminar hacia a mí.

—Será mejor que nos demos prisa —murmuró—. ¿Estás listo?

—¿Tú lo estás? —adelanté, sonriendo.

Ella asintió. Me tendió lo último que necesitaba para completar la apariencia. Una gorra negra.

—¿No crees que llamaré mucho más la atención aparentando de esta manera sospechosa?

Ladrona de Espejos | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora