Capítulo 29: Kara

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K A R A 

Un grito me arrancó de mi sueño, regresándome a la habitación.

—¡No! ¡Para! No la cierres. No la cierres, por favor.

El terror absoluto empapó la voz masculina. Cómo si le estuvieran desgarrándole por dentro. Abrí los ojos, encontrándome con la oscuridad de la noche y con el sonido de los gritos.

Encendí la lámpara que se encontraba en la mesita de noche a mi lado y cuando la habitación se iluminó, reparé que Marxel se encontraba acostado en el sofá a unos metros de la cama. La ventana a su lado se encontraba abierta, donde la tenue luz de la luna se filtraba hacia el suelo y una corriente de aire sacudía las cortinas provocándome un gélido escalofrío.

Marxel volvió a pronunciar un quejido, y decidí levantarme de la cama, arrancando la vía del brazo y cuando me coloqué de pie, un profundo dolor sacudió mí cuerpo.

Corrí hacia el sofá, notando el sudor que se acumulaba en su pecho desnudo y el retorcimiento de su cuerpo mientras los quejidos se escapaban de sus labios. Mi corazón dio un vuelto.

Marxel estaba teniendo una pesadilla.

—Marxel —lo llamé y deslicé una mano hacia su mejilla, sus ojos se abrieron de golpe.

La palidez de su expresión se encontró con la mía mientras jadeaba. Su pecho subía y bajaba de forma precipitada.

—Tranquilo —murmuré suavemente—. Respira.

Intentó pronunciar mi nombre, pero su respiración entrecortada le estaba limitando en ese momento. Cualquiera que fuera aquel terror nocturno, parecía no ser la primera vez que le sucedía.

—Está bien —dije con la mano todavía en su mejilla—. Todo está bien.

Sentí la necesidad de deslizar mis dedos por su cabello, de acercarle y apoyar su frente en mi pecho mientras intentaba tranquilizar su respiración.

Podía haberme encontrado ahí minutos, encerrando mis dedos por sus mechones platinados mientras su aliento se sosegaba. Al verlo tan vulnerable, algo inesperado se apoderó de mi corazón, una mezcla de ternura y un instinto protector. Una sensación nueva que me sorprendió por su intensidad.

Al rato, pronunció mi nombre y se apartó mí, lo suficientemente para apoyar la cabeza en el respaldar del sofá. La luz le iluminaba el rostro y tragó saliva mientras sus ojos grises me contemplaron.

—¿Te ha sucedido antes? —pregunté.

Entrecerró los ojos y apartó la mirada.

—No es la primera vez —murmuró con la voz ronca.

Quería preguntarle sobre el sueño que había tenido, pero sabía que era mejor alejar las pesadillas que volver a revivirlas. Sentí el recorrido de su mirada y mi piel se calentó ante el paseo de sus ojos, hasta que alcanzó mis piernas apoyadas en su regazo.

—¿Cómo está tu herida?

Mi herida.... Por supuesto, volví a recordar el dolor después de mencionarlo. Sus dedos viajaron hacia el borde de mi camiseta.

—¿Puedo? —preguntó, pidiendo permiso para ver mí herida.

Asentí ante el brillo abrasador de sus ojos. Podría haberle dicho que no, debería hacer regresado a la cama, pero entonces sus dedos alcanzaron mi piel justo arriba del hueso de mi cadera.

Recorrieron cada centímetro y mi corazón comenzó a deshabilitarse demasiado rápido. Su caricia alcanzó el costado de mi herida y di un respingo cuando sus dedos rozaron la piel de mi cintura.

Ladrona de Espejos | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora