Capítulo 6: Kara

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K A R A

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K A R A

La música retumbaba en mis oídos mientras me aproximaba a los divanes de satén en forma de esfera que se encontraban en la zona más umbría y acorralada del club. Bajo la tenue luz de los candeleros artificiales y la dispersión de centelleos de colores cálidos, logré visualicé mi objetivo. Un hombre de unos veintiocho años, nariz encorvada y mandíbula cuadrada, que trabajaba como gerente de un banco para encubrir su trabajo como accionista ilegal. Los susurros decían que su labor clandestino y meticuloso le permitía obtener cualquier información que precisara.

Yo estaba desesperada por encontrar cualquier pista que me llevara a mis padres.

Así que volví a tomar otra identidad. Hoy era Tina, la identidad de una modelo que trabajaba en la sección de publicidad en Prakva.

Tenía unos rulos cenizos que combinaban con las lentillas azules como piedras lapislázuli. Estas facciones eran jóvenes y demasiado perfectas para dejar encantados a los hombres que asistían a aquella fiesta en una de las discotecas más privadas de Prakva. Incluso, había unas chicas que me echaban el ojo de lejos, pero tenía que admitir que mi vestido azul y reluciente dejaba mucho que desear. La tela brillante tenía un corte en una de las piernas y dejaba un escote al aire que se ajustaba mi pecho.

Alguien cómo él nunca soltaría la lengua sus secretos, al menos que tuviese una mujer muy guapa delante. Ese era mi trabajo esa noche. Dante me había asegurado de que el plan era arriesgado, pero yo no temía, yo solo podía ver un objetivo. Él tenía la información que yo necesitaba, podían saberlo todo, sorprendía la capacidad de acceder a toda clase de datos, desde los secretos del restablecimiento de los prakvares hasta los planes futuristas para los próximos años.

Me aproximé a los sillones y cuatro individuos detuvieron su conversación para mirarme. Dos hombres, Hans y Jonás, y dos mujeres, que no tenía ni idea de quiénes se trataban. El primero me repasó con la mirada de arriba abajo, podía sentir el escudriño de sus ojos en cada parte de mí cuerpo.

—¿Qué puedo ofrecerle, señorita?

Arrastré mis dedos sobre el material carísimo que cubría el sofá y esbocé una tímida sonrisa.

—¿Podría unirme a ustedes?

—Por supuesto —dijo el otro, mirándome detenidamente—, señorita...

Me senté en medio de aquellos dos hombres mientras visualizaba como las mujeres me miraban de una manera rabiosa, como si hubiese interrumpido sus planes. Con la misma sonrisa, miré a Jonás.

—Tina —saqué de la cartera mi tarjeta de presentación y se la tendí.

Hans Thomsen le echó un vistazo, le dio la vuelta a la tarjeta para revisar los números y el logo de la empresa. Por un instante, creí que hubiese un error, pero Dante era extremadamente perfeccionista y nunca dejaría atrás los detalle. Jonás le arrebató la tarjeta y también le echó una mirada.

Ladrona de Espejos | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora