Él juró proteger a la corona. Ella, acabar con todo lo que él representa.
Tras ver su hogar reducido a cenizas por un miembro de la corona, Kara hará lo que sea por destruir el sistema desde adentro. En una sociedad donde la identidad lo es todo, el...
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K A R A
Las cenas familiares eran mi parte favorita del día. Después del largo día de trabajo de mis padres en la Alta Torre y las horas de trabajo exhaustivas de mi hermano en la compañía del Tec Life, por fin podía ver sus rostros a la hora de la cena. Sentados en la mesa, juntos y sonriendo.
—Tengo buenas noticias —mi padre interrumpió la cena luego de haber tomado un sorbo de su copa de vino. Le gustaba tomar solo una copa para acompañarla con su comida. Era un placer después de un largo día de trabajo como miembro del concejo y mano derecha, pero ese título era poco representativo por su esfuerzo, porque entonces había pronunciado con una alargada sonrisa—. Desde mi reciente asenso cómo mano derecha del Káiser, nos permitirán trasladarnos a la Alta Torre.
La noticia arrastró el animo por la mesa.
—¡No puede ser! —exclamó al instante mi hermano, su reacción nos había sobresaltado a todos, y soltó sus cubiertos para poder levantarse de su asiento y abrazar a mi padre de espaldas—, ¡Felicidades papá!
—Felicidades —susurré alegre y podía ver a mi madre, que sonreía de lado. Al parecer, ella ya estaba enterada de la noticia.
Tomás, mi hermano, parecía demasiado entusiasmado y no tenía intención de soltar a mi padre. Este se quejó después de unos segundos.
—Me estas asfixiando, jovencito —soltó una carcajada y al escucharlo, Tomás lo soltó.
—Vuelve a tu asiento. No hemos terminado de comer —le riñó mi madre señalando con sus cubiertos la comida y su hijo se sentó de nuevo a mi lado.
Mi madre sonrió al verlo obedecerle y se le remarcaron los hoyuelos de las mejillas, que me resultaban muy adorables. Era algo que envidiaba de ella y por desgracia, había heredado los pómulos delgados y las facciones más suavizas de mi padre. También la actitud, porque preferiría mantenerme más calmada, callada, y felicitar de una manera más tímida que brincar por todo el comedor para llamar la atención, como lo hacía Tomás.
—Entonces... ¿Cuándo nos mudaremos? —preguntó mi hermano.
Yo levanté una de mis cejas al escucharlo.
—¿Tiene que ser pronto?
Mi hermano estaba obsesionado con vivir ahí. Decía que la vista desde arriba era increíble y que soñaba con levantarse cada mañana para ver los colores del amanecer. A mí, por otro lado, me gustaba nuestro hogar, las residencias próximas a la Torre tenían un bonito parque lleno de árboles, a veces se asomaban los pajaritos en las copas de las ramas. Pero, sobre todo, adoraba la gente que vivía, la mayoría de mis amistades de la academia se encontraban aquí y todos los días, Layla acudía a la puerta de mi casa para dirigirnos a la Avenida Central.
Mi hermano inclinó sobre la mesa.
—Es indispensable encontrarse cerca del Káiser —replicó Tomás, sus ojos brillaban de emoción—. ¿Sabes lo que significa todo esto, Kara?