Capítulo 34: Kara

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K A R A 

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K A R A 

    En los últimos años, nada había provocado que mi corazón se sintiera tan pesado, tan débil hasta romperse al ver a Marxel arrodillado en el suelo. El sonido de su dolor atrajo tantos recuerdos que provocó que una pequeña lágrima se escapara de la coronilla de mi ojo.

Había olvidado lo que se sentía, lo que era sentir tanto hasta que no podías respirar.

Por un instante, olvidé el plan que habíamos maquinado con tanto esfuerzo y me acerqué hacia él. Sin pensarlo, rodeé su cuerpo con mis brazos para ofrecerle algo de consuelo. Sentí su cálida piel junto a la mía, un calor que me reconfortó más de lo que imaginaba. Él se tomó el tiempo en reaccionar, hasta que apoyó su barbilla en mi hombro.

Acaricié su cabello suave y platinado, notando que los mechones le rozaban la parte trasera de la nuca. A pesar de que hacía un esfuerzo por controlarse, sentí los lagrimones calientes contra mis mejillas, alcanzando despacio hacia mí barbilla.

Recordé lo que le había dicho a su madre. No éramos enemigos, nunca lo habíamos sido. Nos habían hecho creer que lo éramos. Yo misma lo había juzgado sin darle la oportunidad de demostrar quién era, creyendo en lo que otros decían. Pero seguía siendo humano después de todo. Estaba delante de mí, con su dolor, sus imperfecciones, problemas, y deseos como cualquier persona.

—Lo siento tanto —susurré colocando mis manos sobre sus mejillas. Él me devolvió la mirada, esos ojos grises preciosos me contemplaron—. Lo siento tanto —repetí con la voz ronca.

Marxel envolvió su mano con la mía y me atrajo más cerca.

—Era lo único que me quedaba —susurró con la voz ronca—. Sabía quién era yo. No el heredero de revista. No el rostro de portada. No el firme y calculador Marxel, sabía quién era yo.

—Yo sé quién eres —contesté de inmediato—. Sé quién es el verdadero Marxel —musité, recogiendo su barbilla para poder volverlo a mirar a los ojos—. Podemos terminar todo este infierno juntos.

Iba acabar con la Orden. Con todo el daño que nos había provocado a mí y a Marxel. Conseguiría las pruebas que necesitaba y luego mataría a su líder. En ese instante, me prometí acabar con todos sus planes. Iba a destruirlos a todos.

En sus ojos surgió un brillo, quizás de esperanza e ilusión.

—Lo prometo —aseguré.

No quería separarme de él. Solo quería quedarme ahí mismo, porque estar en sus brazos era lo más confortador que había sentido desde hace tiempo.

Nuestras narices se rozaron. A fin de cuentas, nos necesitábamos el uno al otro. ¿Quién diría que necesitaba a mi lado el tipo más arrogante y prepotente que existía en Prakva?

Sus labios rozaron la coronilla de los míos, desesperados por volver a sentirlo una vez más, aunque sea la última vez.

Marxel pareció recordar algo cuando se tensó y decidió apartarse de mí. Se limpió las lágrimas con las palmas de sus manos.

Ladrona de Espejos | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora