Capítulo 1: Kara

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"Los ladrones de identidades no pueden mantenerse siempre disfrazados, al fin y al cabo, entre más identidades poseen más expresan a la persona que ocultan"

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"Los ladrones de identidades no pueden mantenerse siempre disfrazados, al fin y al cabo, entre más identidades poseen más expresan a la persona que ocultan"


K A R A

Robar identidades nunca fue el trabajo más sencillo, pero seguía siendo lo único que se me daba mejor hacer. Había algo tan satisfactorio y entretenido con el hecho de vivir con un rostro diferente cada día. Cómo si cada experiencia intensa, cada pérdida, cada sonrisa, habitara dentro de mí. 

Dante decía que era lo suficiente presuntuosa como para describir tal situación, pero era único poder que tenía en la sociedad y, sobre todo, nadie podía arrebatármelo.

Me adentré al vestíbulo principal de la de torre de Oro, uno de los edificios más grandes de Prakva después de la Alta Torre, cuya monumental urbanización de sesenta pisos tenía salones esculpidos de millones de praks adornado de muebles de lujo y alfombras carmesíes.

Ofrecía todo tipo de servicios, comprendido de oficinas de las grandes empresas que conformaban a la sociedad de élite hasta los negocios más ilícitos que se ocultaban bajo el nombre de las firmas.

El edificio era notorio por el acercamiento de los miembros del concejo, un sitio que, en mi plano de vista, se asemejaba a una revuelta de peces listos para ser apresados.

Un vigilante prakvar se acercó y me ordenó que le mostrara mi vivem. Le tendí la muñeca mientras le lanzaba una mirada de lado y le ofrecía una tímida sonrisa. El joven arrastró el dispositivo de detección por el vivem, aquel brazalete que se anclaba a mi muñeca y resguardaba toda la información necesaria de mi identidad. Mientras sus dedos sujetaban la piel de mi muñeca y escaneaba el dispositivo, no pudo evitar en levantar la vista.

Sus pupilas se entretuvieron en las facciones que enriquecían mi rostro: unos labios gruesos pintados de rojo, mejillas impregnadas de pequeñas pecas y unos ojos increíblemente claros. Existía una cierta debilidad por el color del océano. La belleza de Elizabeth era una cualidad que no pasaba por alto. Una sonrisa satisfecha se apoderó de mis labios al obtener la atención del vigilante.

Cuando el dispositivo de detección confirmó el registro del nombre Elizabeth Waller, el vigilante dejó de sujetarme la muñeca y me permitió el paso. Continuó a verificar el siguiente sujeto de la cola, y aproveché en echarle un vistazo al ordenador del segundo vigilante, quién estaba sentado a unos metros con las piernas estiradas bebiendo de su café mientras procuraba ver la pantalla. El nombre de mi apariencia apareció junto a su foto. Cualquiera que cruzara por estas puertas permanecería en la base de datos del edificio.

Ser Elizabeth me brindaba una cierta primacía mientras cruzaba los extensos salones y me acoplaba a todas las personas que trabajaban en la Torre de Oro. Los elitistas tenían una admiración por la perfección, originalidad y moda. Ella exponía su riqueza con aquellos sobreros alargados, trajes extravagantes y tacones altos. Imitarla no resultaba tan difícil.

Ladrona de Espejos | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora