Capítulo 27: Marxel

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MARXEL

Los ojos asustados de Kara se encontraron con los míos.

El soldado colocó la punta de su arma en mi nuca y elevé la barbilla, encontrándome con su mirada fulminante. Tenía la necesidad de romperle todos los huesos de aquel cuerpo. Detrás de él, había dos soldados que se habían colocado en posición de defensa, apuntando el arma en nuestra dirección.

—Prinz —indicó el pelinegro a mis espaldas—. Libera a la chica.

Podía hacerlo, podía entregar a la ladrona y terminar con todo esto. Pero entonces él arma del soldado había tocado el contorno de mi sien, amenazando con dispararme y la ira sacudió todo mi cuerpo. Era la primera vez que un soldado de mi padre provocaba con matarme.

Al menos que no siguiera las órdenes del Káiser.

El pánico atenuaba las facciones de Kara. Podía recordar la misma expresión cuando la habíamos arrestado en el Plaza del Oeste. No moví ni un solo músculo mientras protegía su cuerpo con mis brazos, pero me atreví a mirarla a los ojos una vez más.

—Será mejor que corras, Ladrona.

Empujé mi brazo hacia el arma del soldado y él disparó, pero la bala había perforado la pared. Kara, por supuesto, hizo todo lo contrario a lo que le había ordenado, de repente había sacado su arma y había empezado a disparar a los soldados detrás de nosotros.

Gruñí en respuesta.

El soldado pelinegro intentó volver a equilibrar su arma, pero se la arrebaté de las manos antes de que intentara dispararme. Fue rápido, me cogió del brazo y me empujó hacia la pared.

—¿Ibas a matarme? —gruñí y apunté entonces el arma hacia su cabeza.

Sus ojos oscuros se encontraron con los míos. Algo diferente le brillaba en los ojos, cómo si no tuviera miedo.

—Haré todo por Prakva.

Apreté la mandíbula.

—¿A quién sigues ordenes? —vociferé cerca de su rostro—. ¿Quién es tu líder?

Sonrió, pero no dijo ninguna palabra más. Empujé su cuerpo y golpeé el arma contra su cabeza. Se escuchó el sonido de algo romperse antes de caer al suelo. Podía escuchar a Kara a mi alrededor, intentando pelear contra dos soldados, cuando le había dejado claro que debía escapar.

Parecía que podía manejarlo bastante bien sola. Una de sus rodillas chocó con el vientre de uno de los soldados mientras intentaba quitarlo de encima. Su puño se entregó contra la mandíbula del hombro, lo suficientemente fuerte para escuchar el sonido de su hueso romperse. Eso debía de doler.

Empujó su cuerpo una vez más con sus piernas antes de abalanzarse otra vez hacia él. El siguiente soldado intentó acercarse a ella de espaldas, pero ella fue lo suficiente rápida para empujar su brazo hacia su pecho y golpearlo en el cuello. El soldado a sus espaldas sacó el arma y estuvo a punto de dispararle, pero ella se la arrebató de las manos antes de que la bala le alcanzara y en cambio, su puño se estrelló contra la mandíbula del hombre.

Ladrona de Espejos | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora