Capítulo 4: hasta pronto.

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Otro veintiocho de diciembre, el cumpleaños de la yaya. Este año cayó domingo, además de que se celebra el centenario de su nacimiento. Una fecha más que especial.

Recibimos la invitación para asistir al almuerzo, y teniendo en cuenta que hace mucho no vamos, decidimos ir, llegamos el sábado a la tarde, y nos quedamos en la casa de mi abuela.

La casa de mi abuela no está muy lejos del salón en el que iban a festejar, por lo que decidimos ir a pie. Pero en mitad del camino Borja se cae en algo que creo que es lodo. Y para colmo, Mark va, y se resbala ahí también. Por lo que nosotras dos y los monstruitos de lodo nos volvimos a casa a cambiarlos.

Tardamos los suficiente para que toda la familia llegase, se sentase y se quedaran en silencio apenas la puerta se abrió y entramos.

-¡Por fin! Creí que no vendrían. –La tía yaya se acercó a saludarnos, y todos me miraban como si fuese un fantasma.

-Feliz cumpleaños yaya. –Me acerqué a saludarla con un fuerte abrazo.

-Gracias mi pequeña, que lindo verlos de vuelta. Pensé que iban a llegar junto con tu abuela, más temprano.

-En un principio sí, pero un señorito se cayó al lodo y el otro fue a revisar, resbalando también. –Ella rio.

-Vamos queridas, siéntense, siéntense. –La tía yaya apareció por atrás.

El salón estaba lleno, seguramente éramos unas ciento cincuenta personas, la descendencia es mucha. Pero yo, y la familia que formé fuimos el centro de atención, de miradas, de charlas, incluso podría decir que tuvimos más protagonismo que la misma cumpleañera.

Luego de almorzar, se acercaron Abigail y Philip, dos de mis primos, y los únicos que valen la pena llamar primos.

-Pero mira qué sorpresa. Años sin verte Mir. –Me saludaron con un beso en la mejilla.

-Hola chicos. Mar, mi amor, ellos son mis primos Abigail y Philip. Y bueno, los niños son nuestros hijos, calculo que ya se dieron cuenta.

-Un placer Marilyn, vaya, cómo cambian las cosas. –Borja y Mark se levantaron para ir a jugar con unos niñitos.

-No empiecen, ¿y ustedes cómo han estado?

-Bastante bien, ¿ves la niña rubia? Es Rubí, mi hija. Me he abierto una cafetería, Cocoa. Estoy casada desde hace dos años. –Contó Abigail.

-Te ha ido muy bien, me alegra muchísimo. ¿Cuántos años tiene la niña? Es muy parecida a ti, sacándole lo rubia, claro. ¿El hombre rubio sentado al lado de tu padre es tu marido cierto?

-Sí, Jakob, ven mi amor. –Es un hombre hermoso, alto, rubio, de ojos celestes intensos, una pequeña barbita. –Ella es Miranda, mi prima.

-Es un placer Miranda, soy Jakob. –Dijo con un acento galés mientras me estrechaba la mano.

-Lo mismo digo. ¿Y qué hay de ti, Philip?

-Estoy bien, conociendo a una chica, Marian es su nombre, trabajo de guía en un viñedo. Me va bien.

-Me alegra, ¿siguen viviendo aquí? –Ambos asintieron.

-¿Y qué hay de ti? Fuera de la familia que formaste.

-Bueno, vivo en Los Ángeles, soy profesora de artes en el Spencer High School. Ambas trabajamos allí, junto con John, él es el padre de los niños, nos donó esperma a cambio de que le permitiéramos formar parte de la vida de los niños.

-¡Ese es el parecido que le encontraba y no sabía a quién se parecía a la vez!

-Bueno, ahora que ya saben dónde vivo y ya les pasaré mi número, podrían ir a visitarme ¿no?

Más Que Por Los Siglos De Los Siglos. (Más Que Compañeras 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora