Capítulo 39: Labial rojo.

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El sol calentaba bastante para ser solo las nueve de la mañana. Acabábamos de terminar de desayunar en una cafetería, e íbamos hacia la farmacia. Hoy venían los padres de Carla.

Gino iba unos pasos delante de nosotros, ella llevaba a Giovanni en brazos, y Maxine tomada de mi mano izquierda, mientras mi mano derecha iba entrelazada con la de Carla.

Había bastante gente en la calle, todos pasaban con indiferencia a nuestro lado, uno que otro nos miraban raro. Pero bueno, cosas de lesbianas. Sin embargo su mano se tensó, apretando fuertemente la mía.

-¿Qué pasa?

-Gaia. Esa, de blusa verde. –Su voz se notaba entrecortada, sentía el temor.

-Tranquila. No pasará nada.

Seguíamos nuestro camino, ella el suyo, estábamos a escasos centímetros. Solté su mano suavemente para abrazarla, e inventar una conversación ficticia por la cual reírnos, y así poder besar su mejilla.

Entonces llegó el momento del cruce. Aquella mujer de cabello corto pareció reconocerla pocos metros antes. Justo cuando su mirada comenzó a centrarse en nosotras, y cuando la tuvimos en frente su mirada se conectó con la mía y la de Carla. Haciendo que cuando pasase por nuestro lado la siguiéramos mirando y ella a nosotras.

Observé bien las expresiones faciales de ambas. Carla la observaba con pánico, y ella con una mezcla de sorpresa y asombro.

Hasta que se perdió. Simplemente cada una siguió su camino, saliendo del campo visual de la otra.

Carla comenzó a temblar, sus ojos estaban cristalizados.

-Gino, dobla que volvemos a casa.

-¿No íbamos a la farmacia?

-Sí, pero hubo un cambio de planes.

Llegamos a la casa, ella temblaba, lloraba e hiperventilaba.

-Gino, ¿puedes quedarte unos minutos con tus hermanos? Luego te explico todo. Vamos a la ducha.

Ella se desvistió en lo que yo templaba el agua, luego hice lo mismo y entramos las dos juntas. El agua caliente se deslizaba por su espalda. Lloraba, temblaba, tenía mucho miedo. Masajeaba sus hombros viendo si así podría calmarla. No funcionó.

-Tranquila, tranquila por favor. Todo está bien, ella no está aquí, estoy yo.

-Me duele. La vi y comenzó a doler. –Se agarraba la muñeca en la que tiene la cicatriz, la muñeca que Gaia le rompió.

-Tranquila. Tu muñeca está bien, son solo malos recuerdos. ¿Te puedo dar un abrazo? –Asintió con los labios curvos, haciendo puchero. Me daba tanta ternura. –Ven aquí.

La escondí entre mis brazos, apretándola fuertemente contra mí. Respirando fuerte para que imitase mi ritmo de respiración, y así logró calmarse.

Salimos de la ducha, nos vestimos y ella se quedó en la cama en lo que le preparaba una taza de tilo.

Gino estaba en la sala con los niños, así que en cuanto me vio, entró a la cocina.

-¿Qué le pasó a mamá? ¿Está bien?

-Sí, fue una crisis de nervios. No tendría que contarte esto, pero lo haré. Cuando tu madre era un poco más grande que tú tuvo una relación con una mujer mayor que ella, la relación se volvió tóxica, golpeaba a tu madre hasta que se fue todo de las manos y tu madre bueno, se fue a Estados Unidos. La cuestión es que hace un rato nos cruzamos con ella.

-¿Con la ex de mamá?

-Sí, y se puso mal por eso. Entró en una crisis de nervios y bueno. Pero ahora está bien, creo que tomará una siesta.

Más Que Por Los Siglos De Los Siglos. (Más Que Compañeras 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora