Capítulo 32

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Max, que estaba viendo todo sentado a mi lado en la mano del sofa, se quedó perplejo y luego me observó, mi cara había perdido el color mientras la vergüenza y el enojo me albergaban.

-¿Acabas de oír y ver, eso? -ante su pregunta llena de sorpresa, solo me tarde unos segundos en reaccionar. Me levanté de allí al momento y con la cara tomando el ardiente color rojo por la ira que sentía, emprendí camino hacia el segundo piso.

¿Que acaba de hacer? Estaba furiosa o más que eso. Una cosa era que me lo confesara a mi, pero ahora parecía haberlo gritado a los ocho vientos, sin importarle en lo más mínimo las consecuencias. Quizá solo se lo había dicho a tres personas, pero esas eran las tres personas que se encargarían en contarlo a todos en la fiesta. Y en poco tiempo ya todos estarían hablando de ello. Además esta no era la forma en la que quería contarle a Amie para que ella tomará las cartas en el asunto y detuviera ese revuelo de una vez por todas, le iba a arruinar la fiesta, su fiesta de cumpleaños que tando se veía que apreciaba. Estaba tan molesta y solo esperaba que Max no me siguiera o sería objeto en el que descargaría toda mi rabia.

Cuando pasaba por la habitación de Max, mis nervios colapsaron en colera al escuchar su envolvente voz que me había seguido.

-¡Espera Mia!

Sin pensarlo, me di vuelta, la palabra razonar había quedado olvidada en ese momento. Lo observé temblorosa de rabia, mientras él estaba a unos metros de mí, observándome avergonzado y contenido.

-¡Eres un idiota! ¡Como te atreviste a hacer eso! Acabas de condenarte a ti mismo y detrás de ti ire yo. ¡Arruinaste la fiesta de Amie! ¿Cuando se enteré que pensara? ¡Eres mi primo! ¿Como piensas que se ve eso?

Esperé a que respondiera con la respiración agitada, él parecía tener un millón de emociones a través de su mirada, finalmente después de unos momentos se digno en contestar.

-Lejanos. Somos primos lejanos.

-¡De todos modos somos familia! No puedo creer que hayas razonado de esa manera -negué con la cabeza estupefacta-. Se acabo Chris. Ya ni siquiera se si quiera intentar soportarte para que me ayudes. Pero que fácil, te has librado fácilmente.

Me di la vuelta y caminé a grandes zancadas por el pasillo hasta llegar a mi habitación, ya en ella, cerré la puerta en un estruendoso golpe que seguramente se habría escuchado en toda la casa.

Me encontraba sentada en el suelo, tratando aún de calmarme, estaba mejor que hace media hora, pero seguía molesta, cualquier cosa pequeña podría renovar mi enojo. Amie llegó después, estaba tocando la puerta.

-Soy mamá ¿Puedo entrar?

-Sí mamá -le respondí preparándome para lo que venía.

La puerta se abrió y la menuda figura de Amie, se adentró en la habitación. Su expresión era preocupada.

-¿Que haces aquí?

Cuando me prepare para contestarle, la respuesta fue contenida por el significado de su pregunta. Ella no lo sabía, si lo supiera no me preguntaría que hacía allí, ella ya lo sabría.

-¿Mamá, no han estado cuchicheando tus hermanas?

-Sabes que siempre lo han hecho. ¿Andan diciendo algo de ti? Iré a calmarla de inmediato.

Me sentía algo decepcionada y quise no estarlo, porque no se había arruinado su fiesta de cumpleaños, pero todo se habría terminado de una vez.

-No es nada mamá.

-Se que no es fácil, se que no los quieres como si fueran tu familia y te molesta su presencia y sus chismes. Así que entenderé que te quieras quedar aquí en lugar de bajar a cantar cumpleaños.

Black AngelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora