5.

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No pierdo más el tiempo. No en este momento donde mi misión era llegar a mi próxima lección sin estallar en cólera. Pero me causaba una rabia cualquiera de mis pensamientos, especialmente cuando me pregunté si Allen sabría llegar a la clase. ¡No debía importarme! La traición de mi cerebro al pensar en él me ponía más molesta.

Siempre sabía que en todo momento del día, debía de calmarme y evitar el mal genio, aunque me fuese la tarea más difícil de mi insignificante existencia.

Suspiré en cuanto entro en el aula y me senté como la lame botas del profesor en los asientos del frente —quedaba claro que no era una lame botas, solo por mi severo problema de concentración debía sentarme en los asientos delanteros, cerca del profesor para lograr capturar algo de información—. El asiento a mi lado fue ocupado por una chica de anteojos y tez pálida, de la cual no recordaba su nombre. Supuse que era tímida cuando resistió a mirarme o a prestar atención a alguien más que no fuera el profesor.

Me limité a sacar mi cuaderno al igual que mi compañera y a evitar algún contacto físico o intercambio de palabras del resultante de mi vida de taciturna y de la timidez de ella. Todo estuvo bien.

Mientras esperaba a que el profesor iniciará su clase, me limite a ver por la ventana. Me pregunté si llovería hoy. Pensé en Max y esperé que sufriera en clases de Gimnasia.

—Disculpa, este es mi asiento.

Viré la cabeza en dirección de la voz, contemplé a la chica a mi lado y sin descuido levanté la mirada para admirar al dueño de aquellas palabras. ¿Paz, en donde te has escondido?

—Yo lo-lo siento... —tartamudeo ella y de inmediato comenzó a recoger sus cosas.

Sin razonar le puse la mano en el brazo, para que se detuviera.

—Tú no te mueves y tú —pasé mi atención a Allen —, lárgate de aquí.

—Podría comenzar a decirte "grosera", Mia.

—¿Sabes? No me interesa.

—Bueno otra cosa que me cautiva de ti, no te importa nada lo que digan sobre ti.

—Lárgate, Allen.

—¿Por qué? —Preguntó con una media sonrisa —, Solo quiero sentarme a tu lado.

—Yo puedo cambiarme de asiento... no-o me molesta —volvió a murmurar mi compañera.

—No te vas a mover —le repito, pero es más como una advertencia—, él puede buscar asiento en otro lado. Tiene que aprender que no puede conseguir todo lo que quiere.

—Sí puedo —afirma y su sonrisa se ensancha con un leve indicio de perversidad.

Coloca con cautela una mano en la espalda de la chica. Ella se pone nerviosa y se ruboriza. Por la cara de Allen, sé que lo hace al propósito.

—Bueno yo también puedo conseguir lo que quiero. Si no te largas ya, gritaré.

—No lo harías.

—Claro que sí.

Entonces tomo aire y abro la boca preparada para gritar. En un instante Allen pone una mano en mi boca y grito contra ella, la aparte de un manotazo. Ni siquiera considero lo infantil que estoy siendo.

—Está bien, cállate, me iré —contesto rindiéndose. Se notaba en su modo que no le había gustado nada no haberse salido con la suya. Se retira con aire airado. En ese instante ya no había variedad de asientos de los cuales escoger, así que se redime a sentarse a la par de un chico. Me siento feliz de su reacción, de que este molesto ya que entenderá de cierta mañera como me he sentido casi todo el día por su culpa.

Black AngelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora