16.

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Lo observé con incredulidad, mientras le entregaba de una vez su chaqueta, por un momento mientras seguía admirando con fascinación la rosa azul, olvidé que tendría problemas si Allen revisaba su chaqueta.

Lo cual hizo.

—¿Qué hiciste? —me cuestionó y noté como se mezclaba en su rostro la estupefacción y el enojo.

—¿Que de qué? —traté de hacerme la tonta lo que se me daba muy bien.

Pasó rápidamente su mirada de la manga de su chaqueta hacia mí, varias veces, como si estuviera esperando mi confesión.

—Joy.

Entrecerró los ojos para mirarme acusadoramente.

—Vale, lo siento si fui yo y lo lamento.

Levantó una ceja con incredulidad.

—Por Gabriel, Joy. Yo pensé que si tenías buenas intenciones y ahora ¿haces esto? Que bajo caes.

—Que no lo hice al propósito. Si hubiese querido hacerle algo malo, la habría quemado.

—Ahora haces la maldad y te arrepientes.

—Que te digo que lo siento. Y te voy a pagar la maldita chaqueta.

—¿Tu qué crees?

Oh no, no estaba para soportarlo. Menos cuando sabía que merecía eso por no poder hacer nada bien.

—Bueno, no me voy a disculpar de nuevo porque te vale si lo hago. Apenas tenga el dinero te lo daré, no te preocupes. Y ante todo, no me debiste prestarme tu chaqueta, ni siquiera debiste ofrecerte a llevarme. Y si es por amabilidad, ahórratela porque yo no soy amable contigo, tú no deberías serlo conmigo.

No dejé que me contestara, con molestia corrí dentro de la casa y cerré la puerta sin pensarlo mucho. Cuando subía a mi habitación, con aire fastidiado, me percaté que todavía traía la rosa, que quizá debí habérsela tirado en la cara.

Gruñí, ahora debía pedirle dinero a Amie para pagar mis destrozos.

Me acomodé en la cama y reparé que de verdad estaba disgustada. Para tranquilizarme, tomé el libro que estaba en la mesita al lado de mi cama, el cual había dejado ayer en la noche allí. Traté de leer en donde había dejado la lectura, pero no conseguí concentrarme porque no dejaba de pensar en el imbécil de Allen.

Estaba frustrada.

—¡Ahhhh! —me cubrí la cara con el libro abierto y respiré hondo, dejando que el olor de las hojas me inundará. Cuando sentí más tranquilidad, comencé a contar hasta tres para tratar de calmarme.

—Uno... —respiración profunda—, dos...

—Tres... ¿Para que contamos?

Sofoco un grito mientras me quito el libro de la cara. Allen se localiza frente a mi cama dando respiraciones entre cortadas. Como si hubiera corrido por toda la casa dos veces.

—¿Cómo entraste? —titubeo al hablar por la sorpresa que me ha causado, soy incapaz de comprender como llegó allí sin haberme dado cuenta.

—Por la ventana —levanta las cejas mostrando que a él le parece lógico.

¿Que no puedo abrir la ventana para tener aire fresco sin que nadie se aproveche de eso y entre?

—Estas invadiendo propiedad privada. Puedo llamar a la policía.

—Puedes, pero, no lo harás.

—¿Cómo sabes que no lo haré?

—Vamos Joy, ya he entrado aquí. No puedes decir que invado propiedad privada.

Black AngelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora