Prólogo

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-No te acerques a ellos -le susurró el hombre a su bella hija.

Él le acariciaba el cabello, un cabello rojo como la sangre, tan inusual e impertinente. Ella mantenía sus ojos cerrados y escuchaba atenta a lo que su padre le decía con expresión serena.

Una delicada brisa merodeo por la colina -de pasto tan verde como sus ojos- en donde se encontraban acostados, siguiendo por todo el campo como un susurro. He hizo que de los labios de la niña brotara una ligera sonrisa. Las brisas le encantan. Le provocaban cosquillas a ella.

-A los chicos de ojos azules y cabello negro -continuó él dando un gran suspiró. Quería proteger a su hija de todo mal. Tal vez ella no entendería a lo que su padre se refería pero, quería advertirle antes. Él sabía lo que le estaba advirtiendo, pero no podría decirle. Todavía no...

-¿Sabes que te amo?

Ella asintió con una renovada sonrisa. Abrió sus ojos y le miro dulcemente. Frunciendo la nariz y sus labios de forma tierna.

Mi hermosa Mia, pensó él, tan hermosa como lo fue su madre.

-¿Papá, porque de los chicos así? -indagó ella, con una chispa de curiosidad. Sus intensos ojos verdes brillaron de interés, pues amaba escuchar a su padre, le consideraba muy sabio.

-Porque ellos son peligrosos, te harán daño. ¿Confías en mí, Mia? -él no pudo evitar que resonara la urgencia en sus palabras, pero su hija no pareció notarlo.

-Eternamente -le afirmó ella inocentemente y con expresión sonriente.

-Entonces haz lo que te digo. No confíes en ellos, te lo pido cariño -le suplico él, con un deje de tristeza y melancolía.

-Tranquilo papi -le dijo ella con una sonrisa inocente, mientras lo abrazaba tan fuerte como una niña de nueve años podría-, tú siempre estarás ahí para mí. Sé que nada me ocurrirá, si tu estas a mi lado.

Y eso era lo que temía él, que algún día ya no estuviera. Que lo encontrarán y lo alejarán de ella. No podría dejarla sola, no tenía a nadie más. Era su pequeña niña, contra el peligroso mundo.

-Claro, cariño. -si yo no estaré, pensó su padre, lo estará alguien como yo. Alguien te va a proteger siempre.

Ella le sonrió una vez más y se acurrucó en su pecho. Tras un instante él besó su frente y le susurró un "Te amo".

Dejando que la brisa se llevará su preocupación suspiró admirando a su hija nuevamente y la abrazó con cierto desespero, evitando lastimarla. Cuando finalmente la dejó descansar en su pecho, removió su mano libre hasta su bolsillo del pantalón y se aferró a la cadena que se encontraba dentro. Ya entre sus dedos la sacó para observarla, era de plata y el dije era un mediano círculo en donde se hallaban dos alas de ángel a los lados y en el espacio en que habría entre ellas se encontraba una media luna.

Con cuidado le colocó el collar por encima de su cabeza, ella se había quedado dormida nuevamente. Le era fácil dormirse, pues siempre tenía una excelente armonía que se lo permitía. Así que él apenas la levantó para pasar la fina cadena.

La admiró con su nuevo regalo y pensó en que ese sería su recuerdo. También protección. Porque lo que más quería él en este mundo, era protegerla.

Black AngelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora