15.

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—¡Vaya! —Allen levantó los brazos como si se estuviera rindiendo.

Ay no. Ahí venia el disturbio de nuevo.

Frente a mí, Allen lo observó con furia y me pregunté si lo recordaba de aquella vez.

—Bueno... —apreté la chaqueta en mis manos.

Chris a mi lado, dejo de examinarlo, para contemplarme. Frunció el ceño y me percate que yo tenía pinta de estar a punto de irme, con suéter en mano.

—¿Qué es esto?

Allen se empeñó en responder primero que yo, con aire desafiante.

—Es una chaqueta. ¿Que no has visto una antes?

Chris se hinchó de pesadez, así que me arrebató la chaqueta y la levantó al aire.

—Claro que sé lo que es, idiota. ¿Es tuya?

—Claro.

—¿Y que hace en las manos de Mia?

—Pues la ha ensuciado y ahora debe lavarla.

Chris tiró la chaqueta a los pies de Allen y yo no pude creerlo. ¿Quién se creía para venir a hacer papel de hermano mayor sobreprotector? Yo ni lo consideraba familia.

—La lavaras tú, imbécil. Tu chaqueta, tu problema. No me importa si se la has prestado, pero ella no lavara tu mierda.

Allen asintió ligeramente con sonrisa que irradiaba ira y se agachó a recoger su chaqueta.

Me había quedado mucho tiempo sin hacer nada y ya era hora de poner límites.

—Espera —le dije a Allen y dudé si había entendido, pero solo ingresé a la casa y empujé a Chris dentro. Luego cerré la puerta—. ¿Qué te pasa?

—Deberías de alejarte de él —me sugirió severo, como si tratara de darme una orden—. Los tipos como él solo te traen problemas.

—Lo que tengo o no tengo que hacer es mi problema. No te vuelvas a meter en mis asuntos, no sé quién te crees para ir a hacerte el héroe. Nunca más lo vuelvas a hacer —le advertí.

—No entiendes...

—No, tú no entiendes. No importa el parentesco lejano que tengamos, no tienes ningún derecho. ¿Entendiste? Yo no soportaré una vez más que hagas esto. Buenas noches.

Luego, con un valor burbujeante, salí y di un portazo estando afuera.

Allen estaba caminando hacia a la calle y yo me apresure a alcanzarlo.

—Espera idiota.

Él negó con la cabeza.

—Estas pasando de grosera a agresiva.

Le ignoré.

—Dame tu chaqueta. —le exigí.

Él titubeo, no parecía tener humor alguno.

—No lo creo.

—Solo devuélvemela.

—¿Porque? ¿Vas a quemarla?

—La voy a lavar —respondí entre dientes.

—¿Y ese tipo?

—Mira, solo olvídate de él, como yo también quiero hacerlo.

—Entiendo... ¿y él que es tuyo?

—Nada y de todos modos no te importa. Te entregare la chaqueta mañana. Adiós Alíen.

Black AngelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora