2.

96.8K 4.3K 571
                                    


Transcurrí unos pasos torpes, comprendiendo que mi cuerpo ya no daba más, que cada parte de mis músculos estaban entumecidos y débiles, que mis piernas apenas lograrían llegar hasta mi habitación y lo que más deseaba era desplomarme sobre mi cama y dormir... dormir... y seguir durmiendo.

Estaba tan decidida con la idea de descansar, que olvidé por un santiamén la espantosa noche que había tenido y que él no se había movido, que todavía estaba detrás de mi devorándome con la mirada y se hizo notar cuando sus cuerdas vocales rasgaron el silencio en un tono ronco y elocuentemente.

—Soy Allen, por cierto.

Me interrumpí y lánguidamente me viré a echarle un vistazo. No comprendía porque me había revelado algo que no tenía relevancia, no me importaba como se llamase. Habría podido vivir toda mi vida sin saber que el tipo que casi me había atropellado se llamaba Allen.

Allen.

—¿Y por qué me dices tu nombre? —le cuestioné, mientras que él se apoyaba en su motocicleta, de brazos cruzados, con una hilarante sonrisa y sus ojos azules haciendo contraste con la luz de la luna.

—Para que no me preguntes la próxima vez que nos encontremos —se encogió de hombros, causando un efecto desinteresado. Perdiendo su contacto visual, mientras miraba hacia el suelo.

Resoplé de inmediato. Claro que no lo volvería a ver. O al menos eso esperaba y pretendía estar segura.

—Nunca nos volveremos a encontrar —le aclare decidida pero perdí la atención de inmediato a mis palabras, creando la terrible idea de volver a encontrármelo.

—¿Sabes que es lo que me encanta de ti? —Dijo mientras miraba sus pies y sus labios dibujaban una ligera sonrisa—. Que te gusta tentar al destino —y levantó su mirada, sus ojos ardientes de misterio—. Te prometes no hacer ciertas cosas que terminas haciendo.

—Apenas me conoces, no puedes saber nada de mí —reclamé un tanto asustada de que él pudiera saber más de mí. Mi organismo se estremeció cuando nuestras miradas hicieron contacto, pero permanecí lo más inmutable que alcancé.

—Es cierto —accedió—, apenas te conozco. Pero se te puede predecir, para cualquier depredador eres fácil de acorralar.

Si quería asustarme, lo había conseguido por un momento.

—Estás loco —exclamé en cuanto logre reaccionar de su discurso.

—Completamente. ¿Por qué, quien no lo está? —defendió impasible—. Pero, sabes que tengo razón.

Aunque en cierta parte tenía razón, jamás iba admitirlo. No le iba a dar la razón, menos a un bobalicón como él. Realzar un ego que se nota que es elevado no se encuentra en mi lista de prioridades ni ahora, ni nunca.

—Te equivocas —expresé y puse mi mayor esfuerzo para sonar segura, porque no quería mostrar una imagen débil.

Entonces él bajó su mirada con su boca curvada en aquella impertinente sonrisa y se echó a reír de manera jovial.

—Siento lo de hace rato, me refiero, claro, a casi verte atropellado, aunque fue culpa de tus auriculares. La próxima vez te lo recompensare —anunció cordial.

—Estoy muy segura que no habrá próxima vez —gruñí y soné más severa de lo que esperaba.

—Te veré luego —señaló con una expresión un tanto seria, acompañada de una mirada retórica y tras ignorar por completo mi advertencia, se montó en su motocicleta en un movimiento mañoso. Sin dudar se colocó su casco hábilmente y se despidió agitando su muñeca y antes de lograr rechistar su figura ya se alejaba.

Black AngelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora