Todos sabían la historia de la mancha...
Pero nadie tomaba en cuenta a 𝐋𝐈𝐙𝐙𝐈𝐄... La hija de aquel villano...
- 𝖭𝗈 𝖾𝗋𝖾𝗌 𝖻𝗎𝖾𝗇𝗈 𝗉𝖺𝗋𝖺 𝗆𝗂...
¿O tal vez si?
Contenido +18
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LIZZIE miraba con atención la escena, pues Jess había aparecido en la habitación de la pelirroja mientras la vigilaba.
— Está vez en el entrenamiento te cuidare yo. — Informó la embarazada.
Elizabeth asintió mientras se sentía aliviada de que el segundo día de su "castigo" no la iba a pasar ahi, rápidamente acomodó sus prendas y siguió a la morena.
La curiosidad le estaba carcomiendo el cerebro, ¿Miguel abra visto su espectáculo?
Era algo que desde la mañana no había parado de pensar, y el hecho de que Jess viniera por ella en vez de los Spiders la hacía confundir aún más.
Camino de nuevo a la sala de prácticas, en la cual por suerte ya estaba mejorada.
— ¿Como la arreglaron tan rápido? — Preguntó Lizzie a la mujer.
— Varios spiders ayudaron. — Respondió simplemente.
Sus ojos viajaron hasta cierto spiderman que estaba de espaldas hablando con los que se encontraban ahí, su corazón se paralizó mientras observaba a Miguel, quien lucia alto desesperado.
— Miguel, aquí está Elizabeth. — Jess llamo la atención del spiderman, haciéndolo girar inmediatamente, olvidando por completo el regaño que hacía hacia los otros.
— ¿Que haces aquí? — Esa pregunta salió de la boca de Lizzie inesperadamente.
El se acercó a ella.
— Debido al desastre que ocasionaste la vez pasada, ahora seré yo quien cuidará lo que hagas.
Aquello había dejado en blanco por completo la mente de Lizzie.
¿Premio o castigo?
Se aguantó las ganas de decirlo, pues sabía que Miguel no estaba de humor en ese momento.
Suspiro al verlo tan decidido y simplemente se sentó en el piso, pues Miguel y Jess habían comenzado a hablar, al parecer Jess no paraba de decirle que no fuera duro con la chica e intentará hacer las cosas lo más amable posible.
— Bien Elizabeth... Levántate. — Ordenó el más alto en cuanto Jess abandono la escena. Tomando una cuerda de las que se encontraban en la sala.
La pelirroja no tuvo que pensarlo dos veces, pues inmediatamente se paró ante la orden del jefe.
— ¿Me vas a amarrar de las manos? — Preguntó al ver la cuerda que Miguel tenía.
Miguel ignoro por completo su comentario en doble intención, solo se acercó a ella mientras le daba la cuerda en las manos.
— No te daré disparadores, puedes comenzar a practicar el balanceo con una cuerda. — Señaló el enganche que había para que la colgara.
— ¿Si sabes que no me podré mover con solo una cuerda, verdad? — Preguntó con sarcasmo Lizzie.
