Lizzie Spot nunca pidió los poderes que ahora la convierten en una amenaza para el multiverso, ni tampoco esperaba enamorarse del hombre que juró detener a su padre: Miguel O'Hara, guardián del canon y protector del tejido arácnido.
Un cruel experi...
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Todo sigue extraño. Insoportablemente extraño. Como si el aire que respiro tuviera una densidad diferente, como si las luces fueran más intensas, más cercanas. Como si este lugar, este momento, ya no me perteneciera. No sé si algún día volveré a sentir que tengo el control. Como si todo lo que he conocido se estuviera desmoronando poco a poco y yo, por alguna razón, me estuviera quedando atrás.
Estoy aquí, con Miles a mi lado, con Gabriel también. Las dos presencias que, aunque distintas, me han acompañado desde el principio, como si fueran las únicas que me ayudaran a sostener todo lo que soy. Pero la verdad es que, incluso con ellos cerca, siento un vacío en mi pecho que no sé cómo llenar. Un vacío que, por alguna razón, se intensifica cada vez que miro a Gabriel. Y lo peor es que, en esos momentos, mi mente no puede evitar regresar a Miguel. A pesar de la promesa que hicimos, a pesar de que ambos decidimos no vernos más, el recuerdo de él está ahí, agazapado, esperando.
Los tres estamos en la sala, como siempre, buscando una respuesta a todo esto que nos rodea. Miles está absorto en sus pensamientos, rascándose la cabeza mientras se concentra en algo que está anotando en su cuaderno. Gabriel, por otro lado, está recostado en el sofá, sus ojos fijos en el techo, como si estuviera viendo más allá de las paredes. Yo solo los observo, sin realmente verlos, como si la distancia que me separa de ellos fuera insalvable. Porque lo es. Lo siento en cada parte de mí.
— Elizabeth, ¿puedes dejarnos ayudar? — La voz de Miles me arranca de mis pensamientos. Su tono es suave, casi preocupado. Lo miro, sus ojos llenos de una preocupación genuina, como si realmente pensara que hay algo que aún puedo hacer.
Pero, ¿qué más puedo hacer? ¿Cómo puedo proteger lo que ni siquiera sé cómo sostener?
— Lo intento, Miles. De verdad, lo intento — mi voz suena más áspera de lo que quisiera. Pero no puedo evitarlo. La frustración me está consumiendo.
Me siento atrapada, atrapada en esta red invisible que no me permite salir. No me siento como la misma Elizabeth de antes. No sé qué soy ahora, ni qué quiero ser. Y es esa incertidumbre la que me está matando. Siento que el peso del mundo está sobre mis hombros, y aunque tengo a Miles y Gabriel a mi lado, hay algo en mí que me dice que no pueden protegerme. Nadie puede protegerme.
Mis ojos se deslizan hacia Gabriel sin que lo quiera. Y ahí está otra vez, esa sensación incómoda en el estómago. El pensamiento fugaz que cruza mi mente: ¿qué haría él si estuviera aquí? Pero sé que no debo pensar en eso. Miguel ya no está en mi vida, ya no quiero que esté. Y sin embargo, el fantasma de su recuerdo persiste, como una sombra que se arrastra por mis pensamientos.
— ¿Elizabeth? — La voz de Gabriel me trae de vuelta a la realidad. Cuando lo miro, sus ojos están fijos en mí, con una intensidad que no puedo describir. No es la misma intensidad que Miguel solía tener, no de la misma manera. Pero, de alguna forma, me hace recordar lo que perdí, lo que nunca debí haber dejado ir.