Lizzie Spot nunca pidió los poderes que ahora la convierten en una amenaza para el multiverso, ni tampoco esperaba enamorarse del hombre que juró detener a su padre: Miguel O'Hara, guardián del canon y protector del tejido arácnido.
Un cruel experi...
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La chica que el tiempo olvidó...
Así me sentía en estos momentos, pero aún así sabía que no era tiempo de pensar en mi, si no en la persona que hacía frente a mi, el cual moría de nervios y no paraba de caminar de un lado a otro.
Estaba centrada en mis pensamientos, mis ojos percibían todo lo que podían, pero mis oídos no oían con claridad de lo que trataban de hacer.
— ¿Estás lista? — La voz de Gabriel la sacó del trance.
— Si... Escóndanse, no sé si esto de alguna manera pueda dañarlos.
Ya no tenía nada que limitará mis poderes, Gabriel me había ayudado a deshacer cualquier tipo de aparato que Miguel haya puesto en mi.
Levante mis manos, la única luz que había en la estancia era de color escarlata y esta provenía de mis palmas, las cuales comenzaron a reunir a montones de energía escarlata, sentía mi poder recorrer mis venas, pero sabía que para crear un campo de protección una simple aura no sería suficientemente para escondernos a todos...
Está fue creciendo más y más, sentía que había una inmensa oleada de poder que por el coraje de lo que había vivido estaba a punto de explotar.
Mi cuerpo comenzó a flotar en la aura escarlata, sintiendo como la misma comenzaba a rodearme e iluminar cada lugar oscuro de esa cabaña.
Grité tan fuerte como pude, de reojo vi que tanto Gabriel y Miles se encontraban preocupados, pero de inmediato retrocedieron al ver como toda la estancia que alguna vez fue oscura, ahora estaba completamente iluminada por mi poder.
Finalmente sentí que algo salía de mi pecho, rompiendo con tanta fuerza el techo de la cabaña que incluso llegó al cielo como si de un rayo se tratase.
Mi respiración era pesada pero no podía dejar de sentir todo ese poder queriendo salir de mi...
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Ahora no solo era la pequeña cabaña cubierta con mi poder, este se extendió en el cielo y creó un manto rojizo, cubriendo desde ese pequeño bosque hasta la ciudad, me preguntaba ahora mismo que es lo que pensarían los habitantes de la misma.