CHAPTER TWENTY-EIGHT | WILDFLOWER 🍒

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El laboratorio estaba vacío, salvo por el zumbido constante de las máquinas

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El laboratorio estaba vacío, salvo por el zumbido constante de las máquinas. Las luces parpadeaban de vez en cuando, como si también estuvieran al borde del colapso. Yo... no podía dejar de pensar en ella. Otra vez.

Lizzie.

Apoyé las manos contra la mesa, dejando que el frío del metal me recordara que estaba aquí, ahora, y no con ella. Mi reflejo en el vidrio de las pantallas frente a mí lucía tan roto como me sentía por dentro.

—Tú fuiste quien lo decidió. Tú fuiste quien dijo que era lo mejor— murmuré en voz baja, como si eso hiciera el peso más llevadero. No lo hacía.

Mis dedos volaron por el teclado, buscando algo, cualquier cosa, con tal de mantener mi mente ocupada. Había anomalías que monitorear, universos que proteger, pero el dolor seguía ahí, como un espectro constante. La vi. Ahí estaba, en uno de los monitores, trabajando como siempre. Su cabello caía sobre su rostro, y por un segundo deseé... no, supliqué que levantara la mirada, como si pudiera verme.

Pero no puede.

Cerré los ojos, apretando los puños hasta sentir el dolor en las palmas. ¿Cómo fue que llegamos a esto? Si hubiera hecho las cosas diferentes, si hubiera puesto a Lizzie antes de este maldito traje, antes de la red, quizás...

—No. Detente— me dije en un susurro, clavando las uñas en mis palmas. El dolor físico era lo único que podía callar el otro.

Pero no lo suficiente.

Me dejé caer en la silla, mirando la proyección de su rostro en la pantalla. La manera en que su ceño se fruncía cuando estaba concentrada. El movimiento casi imperceptible de su boca cuando pensaba en voz baja. La recordaba así, sentada junto a mí, burlándose de lo serio que soy.

"Miguel, si no sonríes en este segundo voy a hacerte cosquillas."

Apreté los dientes. Ojalá pudiera dejar de verla. Ojalá pudiera borrar todo esto. Pero, ¿cómo dejas de amar a alguien que ya se volvió parte de tu sangre?

Tiré la silla hacia atrás, levantándome de golpe. Ser Spider-Man significaba sacrificarlo todo. Lizzie, mis sentimientos, incluso mi propia felicidad. Ese era el precio, ¿no? Pero en las noches, cuando todo estaba en silencio y no había anomalías que atrapar, el eco de su risa me perseguía.

Y a veces deseaba que me atrapara también.

El eco de mis pasos resonó por los pasillos del cuartel. Todo estaba en su lugar, todo bajo control. Justo como debía ser. Excepto yo.

Siempre pensé que mantenerme ocupado era la solución. Si llenaba cada segundo de mi tiempo con trabajo, con responsabilidades, no habría espacio para ella. Pero cada pantalla que encendía, cada análisis que revisaba, cada misión que planeaba, encontraba formas de recordármela.

"Miguel, ¿alguna vez dejas de trabajar?"

Su voz, siempre burlona, resonaba en mi cabeza como una vieja melodía que no puedes olvidar. Una vez más, mi mente traicionó mi determinación, llevándome de vuelta a los días en los que Lizzie estaba a mi lado. No éramos perfectos, pero... ¿quién lo es? Yo lo arruiné, eso lo sabía, pero la pregunta que me perseguía era: ¿podría haberlo hecho diferente?

𝙋𝙀𝙋𝙋𝙀𝙍𝙎 🍒 | 𝗠𝗶𝗴𝘂𝗲𝗹 𝗢'𝗵𝗮𝗿𝗮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora