Recibí una llamada más tarde esa noche de un número desconocido. Pausé la película comedia-romantica que había alquilado en el camino a casa, respondí después de un saludable trago de vino tinto.
—¿Hola?
—Oye, Soy yo.
Era Tristan. No había forma de confundir esa hermosa y aterciopelada voz.
Me senté, mi manta cayendo de mis hombros.—¿Cómo obtuviste mi número?
—De tu firma. Podría haber dado a entender que tenía ideas de última hora para el diseño de mi oficina y que era imprescindible que me comunicara contigo lo antes posible.
Suspiré. Por supuesto.
—¿Qué quieres, Tristan?
—Quiero verte. Ahora mismo.
—¿Qué? —pregunté con incredulidad, empujando hacia arriba desde el sofá—. Es… tarde.
Incluso la excusa sonaba absurda para mis oídos. Cuando miré el reloj, eran solo las ocho y veinte.—Lo sé. Pero yo solo... necesito verte. Te prometo que te dejaré con tu virtud intacta —bromeó, con una extraña mezcla de humor y seriedad en su tono. Fue su tono lo que me hizo detenerme. Era casi... vulnerable. Y eso estaba más allá de lo extraño viniendo de un hombre como Tristan.
—E-está bien —murmuré, sonrojándome cuando tropecé con la palabra—. Um, ¿dónde debería verte?
—Iré a donde estás, si eso no es un problema.
Mis ojos destellaron de inmediato en mi sala de estar. Luego catalogué las habitaciones que podría ver si viniera —cocina, baño... ¿habitación?— y me pregunté si estaban lo suficientemente limpias como para compañía.
—Um...
—¿Cuál es tu dirección?
—Tristan, yo... —Dejé de hablar. ¿Qué podría decir? Con un suspiro y una mirada hacia mis mallas y mi camiseta raída, le di mi dirección—.
¿Cuándo estarás aquí?—Dame unos quince minutos.
—Está bien —le susurré.
—Hasta pronto, cariño —murmuró antes de colgar. Me quedé mirando el teléfono en mi mano con incredulidad. Me pregunté brevemente si los últimos cinco minutos acababan de suceder. Y me pregunté qué era tan importante que necesitaba verme ahora.
Inmediatamente corrí por el pasillo hacia mi habitación, en busca de ropa más adecuada que aquellas en las que había planeado ir a la cama. Me puse unos vaqueros y escogí una camiseta simple pero favorecedora verde menta que había doblado cuidadosamente en mis cajones.Mirando en el espejo, me encogí. Ya me había quitado el maquillaje por la noche, al menos, el poco maquillaje que usaba, así que volví a aplicar una máscara de pestañas y me puse un bálsamo para los labios antes de pellizcarme las mejillas por color. Mi cabello, por otro lado, no tenía esperanza. Ya estaba retorcido de estar en una cola de caballo por tanto tiempo esta noche, así que en vez de eso lo até en un moño desordenado, con zarcillos sueltos enmarcando mi cara.
“chica recado” tendría que hacer para Tristan Blackwell.Corrí fuera de mi habitación, comprobando la hora. Diez minutos restantes. Puse en orden la sala de estar, enderezando mantas y almohadas mullidas, antes de asegurarme de haber limpiado completamente después de cenar en la cocina, por las dudas.
Solo tomó unos cinco minutos limpiar. Por lo general, estaba bastante ordenado.Los restantes cinco minutos, los pasé sentada en el borde del sofá, esperando ansiosamente el sonido de su auto frenar. Y, efectivamente, justo a tiempo, vi su elegante auto negro estacionar prolijamente en mi camino de entrada mientras miraba por las ventanas de mi sala de estar. Hizo que mi relativamente nuevo Corolla gris pareciera triste.
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❤Sr. Blackwell🪐 "En Proceso"
Teen FictionTristan era todo lo que había querido para una cita de una noche. Era un tipo que hacía que se te derritieran las bragas con un cuerpo esculpido por los dioses griegos y un amante de la charla sucia que me dejaba jadeando y rogando por más. Mejor aú...