Capítulo 14: Lejía y amoniaco.

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Era uno de esos días en los que si permanecías más de dos minutos al sol, te achicharrabas, pero en cuanto te movías a la sombra para librarte del calor excesivo de tu cuerpo, notabas al instante el fresco y echabas en falta una chaqueta más.

Kai y yo caminábamos por el patio en busca de Dominic tras poner otra excusa a nuestros tres amigos. En esa ocasión lo único que se nos ocurrió fue decir que se nos había citado ir a dirección y que no teníamos idea de por qué, así que tuvimos que hacernos los confusos. Más tarde les diríamos que fue todo un mal entendido por parte de jefatura.

Encontramos al chico que buscábamos sentado en las gradas de la cancha de baloncesto, cerca del lugar donde me lo encontré el día anterior, sentado en la fila más alta de la parte izquierda. Estaba viendo el partido de los alumnos de último curso, de hecho, distinguí a algunos chicos de mi clase. En cuanto lo vimos, no dudamos en subir por las escaleras del centro y sentarnos en los asientos desocupados de su costado. Mejor dicho, yo fui la que se sentó a su lado y Kai cogió asiento a mi otro lado.

—Confiaba en que vinierais —su expresión adquirió seguridad—. Por lo que veo, vuestra curiosidad se ha mantenido firme —se inclinó hacia adelante y giró la cabeza para tener una mejor visión de Kai—. Me llamo Dominic, aunque supongo que Norah te habrá puesto al día.

—Kai, aunque supongo que eso ya lo sabías —respondió con vacile, imitándolo—, y me gustaría saber cómo.

—Eres un chico bastante conocido en el instituto, no es difícil saber tu nombre.

—Me refiero a como sabías que estoy metido en esto con Norah —corrigió su pregunta, manteniendo la voz baja, como si estuviéramos traficando con sustancias estupefacientes.

—Cada cosa a su tiempo. Al final lo sabréis todo, tenedlo por seguro.

Decidí empezar la reunión con una pregunta dirigida al rubio, ya que los dos parecían ocupados en lo que me parecía el principio de una discusión. Aunque Dominic estaba bastante relajado, Kai no lo estaba tanto, por eso era mejor prevenir que curar, porque esas peleas nunca acababan bien.

—¿Qué significa el símbolo de tu collar y por qué lo llevas puesto? —lancé, sin pensármelo dos veces.

—Antes que nada, necesito que me prometáis varias cosas. Nada de lo que os voy a decir ahora se lo podéis contar a nadie. Ni a vuestras personas más cercanas. Por difícil que sea de asimilar, prometedme que no vais a actuar como un par de inmaduros, largándoos y desentendiéndoos del tema —pidió con más seriedad—. Voy a responder a todas las preguntas que me hagáis, pero al final.

¿A qué venía tanto secretismo? Esto estaba resultando muy raro. ¿Acaso iba a revelarnos información secreta del Vaticano? No sabía si me iba a arrepentir en un futuro próximo o lejano, pero necesitaba respuestas.

—De acuerdo —asentí una vez, sin titubear. Giré mi cabeza hacia Kai, a la espera de su respuesta.

—Si nos vas a meter en un lío o algo así, paso —contestó, arisco.

—¿Aceptas las condiciones o no? —insistió, sin hacer caso a su comentario.

—Kai... —susurré mirándolo a los ojos y asentí levemente con la cabeza para que accediese.

—Está bien —murmuró algo desganado.

—Perfecto. Confío en vuestra palabra, así que empezaré explicándolo todo con una historia para poneros en contexto y para que lo comprendáis mejor.

Kai y yo compartimos una última mirada rápida antes de posar la vista sobre Dominic y escucharlo atentamente. No podía creerme que nos iba a contar así como si nada lo que por tanto tiempo tratamos de descubrir.

MÁS QUE UN SUEÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora