EPÍLOGO: Sueños frustrados.

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Dos meses después.

Nuestro último curso de instituto finalizó acompañado de las altas temperaturas de junio y, para cerrar esa etapa escolar, el instituto organizó una ceremonia de graduación para todos los alumnos de segundo de bachillerato. La graduación fue una pequeña celebración a la que asistieron familiares y amigos de los graduados como invitados. Tuvo lugar en la amplia zona verde donde se instalaron múltiples sillas y un pequeño y sencillo altar en el que los alumnos mencionados subían a recoger su diploma.

Mis padres y mi hermano asistieron y, cómo no, a mi madre se le escapó alguna que otra lágrima. Cuando se trataba de los logros de sus hijos era la encargada de sacar un pañuelo de su bolso y limpiarse, con cuidado, los ojos sin estropearse mucho el maquillaje. Después de todo, era una despedida a un total de seis duros años de instituto. La próxima etapa era la universidad y, sinceramente, la Norah de hace unos meses diría que le aterraba dar la bienvenida a ese nuevo capítulo de su vida, pero, después de todo lo vivido, estaba emocionada por emprender un nuevo camino y evolucionar como persona.

Aquella misma noche, los alumnos graduados nos fuimos de fiesta y lo pasamos en grande. Fue una noche inolvidable que, sentada en la arena, aún recordaba con el mismo sentimiento que cuando la viví.

Me encontraba en la playa con mi bañador puesto, esperándolo. No pasó mucho tiempo cuando mi vista fue directa a una figura que se acercaba hacia mí.

Dominic.

Los latidos de mi corazón se aceleraron al verlo a pesar de llevar seis meses juntos. Sin embargo, gran parte de mi estado de ánimo también se debía a lo que íbamos a hacer.

Sus pasos cesaron, deteniéndose frente a mí.

—Hola, conejito —saludó depositando un beso sobre mis labios, ni corto ni demasiado prolongado. Lo justo.

—Hola. —Consiguió sacarme una sonrisa de oreja a oreja. Él Iba solamente con un bañador verde menta, dejando su torso al descubierto. Me quedé un rato ensimismada, mirándolo a pesar de que no era la primera vez que lo veía.

Cuando les conté a mis padres sobre mi relación con Dominic, no se lo tomaron muy bien que digamos. Sobre todo mi madre, y digamos que con las malas notas del primer trimestre tenía razón para hacerlo. Mi padre fue un poco duro al principio y no paraba de darme advertencias y consejos, pero con el tiempo se le pasó. Una tarde mi madre vino a mi habitación a hablar y me confesó que también tuvo su amor adolescente y que me comprendía, así que me dijo que disfrutara, pero con cuidado. En resumen, la misma charla de la gran mayoría de los padres y madres.

—¿Estás lista para tu clase de surf? —preguntó con una sonrisa de lado.

Sí, eso era a lo que habíamos venido a hacer y yo no podría estar más preparada.

—Llevo lista desde que me lo prometiste —confesé perdiéndome en sus ojos aguamarina.

—Entonces, vamos. Las tablas están allá —señaló con el pulgar detrás de él a un puesto de alquiler de tablas—. Nos espera una tarde larga.

—Y divertida —añadí y le agarré de la cintura con un brazo, dispuesta a caminar.

Pero él no se movió.

—Me encanta verte así —comentó cuando alcé la mirada para encontrar el motivo de por qué no se había movido.

—¿Así como?

—Sonriendo.

Las mejillas ardieron y no fue precisamente por culpa del sol abrasador de aquella tarde de verano. Dom pasó su brazo por encima de mis hombros y nos dirigimos al puesto de alquiler de tablas.

MÁS QUE UN SUEÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora