Capítulo 9: Mi pequeña investigación.

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Lunes.

Vuelta otra vez a ese edificio llamado instituto. Un día más en el que permanecí sentada en un pupitre durante seis horas para recibir unas clases que me "preparaban" para el futuro en la universidad. Exacto, me preparaban, entre comillas, porque me gustaría saber de qué iba a servirme saber de memoria qué pasó durante el siglo XIX para mi futuro. En fin, mi humor los lunes por las mañanas era pésimo, sin embargo, pensar que era mi último año de instituto lo hacía menos terrible.

Como no, allí nos encontrábamos Kai, Evie y yo junto al resto de la clase. El primero parecía estar demasiado aburrido y cansado hasta el punto de estar haciendo algo similar a papiroflexia, pero quedándose en el intento. Evie prestaba atención a la explicación del profesor, solo a ratos, con la cabeza apoyada sobre su mano izquierda como si le pesara demasiado. Y yo acababa los deberes, que se me olvidaron hacer el día anterior, de la siguiente asignatura que nos tocaba. Al profesor no pareció importarle mucho. O eso o pensaría que estaba tomando apuntes de su asignatura.

El caso es que la lección fue interrumpida por alguien que llamó a la puerta del aula. El profesor se vio obligado a detener su explicación y caminó hasta la puerta, pero la persona que llamó se adelantó y la abrió por él. De todas maneras, nuestro profesor anduvo hasta quedarse justo delante de la entrada del aula para comprobar qué quería aquella persona. Desde mi pupitre no pude ver quién era porque no entró a la clase, se quedó justo detrás del marco de la puerta.

—Hola. Perdón por interrumpir. —Una voz femenina que pertenecía a una profesora sonó detrás del marco—. ¿Podemos entrar? —preguntó amablemente.

—Claro, sin ningún problema.

El profesor caminó de nuevo hasta su escritorio, pero no se sentó. Lo siguió la profesora. Y no solo ella, iba acompañada de un alumno. En cuanto lo identificamos, Evie, Kai y yo compartimos una mirada de «me estás jodiendo», porque aquel estudiante se trataba de Diego.

—Este es Diego —dijo la profesora dirigiéndose a nosotros, los alumnos—, y va a ser vuestro compañero. No es nuevo en el centro, sólo se le ha cambiado de clase. Así que nada. Aquí os lo dejo y yo ya me voy —sonrió y esta vez miró al profesor.

—De acuerdo. Muchas gracias —contestó. La profesora salió del aula tras despedirse con la mano, rápidamente—. Siéntate por favor —le pidió a Diego. Este caminó hasta un pupitre libre, que por suerte estaba alejado de los nuestros—. Como decía, la economía en este siglo se vio afectada por...

Diego no se dignó a mirarnos, pero era más que obvio que él sabía que nosotros estábamos en la misma clase porque noté que evitaba nuestras miradas a toda costa. Observé cada movimiento que hizo: dejó caer su mochila en el suelo, justo al lado de una de las patas de la mesa y no se molestó en sacar ningún tipo de material. Se reclinó en la silla, dejando sus brazos sobre la mesa, y se quedó así toda la hora.

—Se viene un curso interesante —dijo Kai en un susurro suficientemente alto para que Evie y yo lo escucháramos.

—Sí... —dejé flotar esa palabra en el aire con un tono sarcástico, mientras le dirigía al nuevo una mirada inquisitiva. Evie, quien lo miraba con rencor, añadió:

—Que se atreva a hablarme y será lo último que haga en su vida —apartó la mirada hacia la pizarra, adquiriendo un semblante serio.


Nunca descubrí quien fue la persona a la que se le ocurrió la maravillosa idea de ponernos deporte a última hora cuando estábamos todos cansados, sin ganas de nada excepto de irnos a nuestras casas. Pero tampoco podíamos hacer nada contra ello. Respecto a Diego, iba hablando con alumnos que ya conocía de otros cursos anteriores. En especial con un chico rubio de clase con el que hablaba a menudo.

MÁS QUE UN SUEÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora