Capítulo 33: El principio del fin.

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Era ese el preciso momento para sacar todas las dotes de lucha que en un hipotético caso se me hubieran quedado en la memoria a causa de ver películas y series de acción. Digo en un hipotético caso porque nunca había adquirido esas dotes y tampoco había tenido la oportunidad de practicarlas, ni había querido. Así que agarré con todas mis fuerzas el puñal con mi mano derecha, que era con la que mejor me manejaba, para cuando los guardias estuvieran encima de nosotros dar uso al arma.

Por desgracia, de alguna manera, los guardias consiguieron inmovilizarnos. Estaba claro que ellos tenían mucha experiencia en todo esto de la lucha, por eso eran soldados. Uno de ellos tiró mi puñal lejos de mi alcance justo antes de inmovilizarme. Estaba desarmada e incapacitada para realizar cualquier movimiento.

Sin embargo, un sonido afilado sonó detrás de mí. El cuerpo del soldado que me rodeaba aflojó el agarre y finalmente cayó al suelo. Me giré con el pecho subiendo y bajando a toda velocidad para ver lo que había ocurrido y mis ojos se toparon a Ald, quien miraba el cadáver del guardia con una sonrisa triunfal mientras sostenía su katana manchada de un líquido rojo. Mis ojos fueron hasta el soldado tendido en el suelo y aprecié un corte en el cuello de gran magnitud del que borbotaba sangre. Mi estómago se revolvió y tuve que apartar la mirada para no vomitar.

—De nada —dicho eso, se volvió para repetir la misma operación con los guardias que retenían a mis amigos. Eth y Rem le ayudaron a realizar la tarea.

Me agaché para coger el puñal que me habían quitado de las manos con un manotazo. Gran error porque no vigilé mis espaldas y eso casi me costó la vida. Casi, si no fuera porque el guardia tampoco vigiló la suya y Diego aprovechó para clavarle la espada que empuñaba con las dos manos. El guardia cayó justo a mi lado y me sobresalté. No acababa de acostumbrarme a eso. Diego sacó de un tirón la espada y tal acción me pareció sacada de película.

—Buena esa —elogié con la voz temblorosa por encima de los ruidos metálicos y gritos de guerra que nos envolvían.

—Coge mejor esto —me tendió un hacha del suelo—. Con el puñal no vas a hacer gran cosa. Es un arma de cuerpo a cuerpo y corto alcance, te arriesgas a que te den primero.

—Gracias —agarré el hacha entre mis manos y para mi sorpresa era más ligera de lo que me esperaba.

—Ald, Eth y Rem nos cubrirán la espalda. Me han dicho que corramos hasta la puerta del palacio y entremos ya —informó Kai que acababa de unirse a nosotros con una especie de espada más corta que la de Diego.

Y así lo hicimos, pues no había otro plan mejor. Corrimos por el amplio y recto camino que llevaba hasta las puertas del palacio sorteando a todos los guardias posibles y luchando con los que conseguían cerrarnos el camino. Los rebeldes que luchaban en aquel lugar nos estaban ayudando bastante y con los tres ninjas cubriéndonos las espaldas... No podíamos pedir más.

En un intento de esquivar un espadazo otro me alcanzó y me abrió una herida longitudinal en la parte superior del brazo. Solté un grito de dolor y me detuve, encogiéndome sobre mí misma a causa del dolor. Unas manos me empujaron por la espalda para decirme que siguiera, que no me parara, o el próximo sablazo iba a ser mucho peor.

Seguí corriendo con el brazo que tenía libre haciendo presión sobre la herida. Por mucho que me doliese, no quería desangrarme allí, y teniendo un hermano que estudiaba medicina, sabía que había que detener la hemorragia desde el primer momento. Ya nos quedaba menos camino, pero muchos soldados para atravesar.

Un soldado se interpuso en mi camino y no tuve ningún miedo de darle con el hacha, pero detuvo el golpe con su escudo. Él también intentó darme, no obstante, lo frené con el hacha. Ni yo misma supe cómo lo hice. Pero cada vez que movía el brazo, las oleadas de dolor eran insoportables y Kai lo notó, pues se adelantó para ayudarme e hirió al soldado. Diego lo remató y seguimos avanzando. A ese punto ya no me importaban los soldados que nos llevásemos por delante.

MÁS QUE UN SUEÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora