EXTRA: MEMORIAS DE ÚLTIMO CURSO

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EL EQUIPO "KANOH"

Tras finalizar mi dibujo, esta vez hecho con acuarelas como había exigido la maestra de arte, Kai expulsó un suspiro de desesperación. Él me había estado esperando para ir a limpiar los pinceles y los vasos de plástico que contenían el agua de enjuagar los pinceles cada vez que queríamos cambiar de color. Evie ya se había adelantado al siguiente trabajo, que era un paisaje.

Si no le hubiéramos mencionado a la profesora de que el curso pasado no hubimos trabajado con acuarelas, me hubiera evitado media docena de clases enteras sin levantar la vista de mi dibujo. Pero después de tantos «no me lo puedo creer» y «es uno de los temas fundamentales para construir vuestros pilares del dibujo» y palabrerías similares de la maestra, no dudó ni un segundo en mandarnos un retrato hecho a acuarelas para seguir con el tema de anatomía humana.

Salimos de la clase con dos vasos cada uno y un puñado de pinceles repartidos dentro de estos, de distintos tamaños y grosores. En el camino tuvimos un dilema sobre si entrar a un baño de chicas o uno de chicos.

—No sé, no me fio un pelo de entrar al baño de chicas —me dijo con su habitual desconfianza que me hacía rodar los ojos.

—¿Por qué no? No va a salir una chica del retrete a tirarte una compresa a la cara, ¿eh? —bromee.

—Yo no estaría tan seguro. De todas formas, nos pilla antes el de chicos —dijo señalando con el vaso al aseo. Al hacerlo no pensó en la fuerza de gravedad que hace que tengamos los pies anclados al suelo y casi toda el agua se le derramó en el suelo.

—Bravo, Kai. Te aplaudiría, pero ¿sabes qué? No quiero que se me caiga el agua —dije entre risas.

—Vamos al baño. Ahora cogeré papel para limpiarlo.

Entramos al aseo y algo me sorprendió. Era prácticamente igual al de las chicas, lo único distinto a primera vista eran los urinarios en las paredes. Sin embargo, no era eso lo que me extrañaba. Era cierto que olía un poco, bastante, peor que el de chicas, pero tampoco fue eso lo que me descolocó.

—¿Qué miras? —preguntó tirando el agua del otro vaso al lavabo justo antes de encender el grifo.

—Vuestro baño es muy... liso —imité sus actos y encendí en grifo.

—¿Liso?

—Sí. —Entonces caí en la cuenta—. ¿Dónde están todos los garabatos en las puertas de los retretes que te insultan y te denigran en ochenta y dos idiomas distintos?

Era eso lo que faltaba. En las puertas de los cubículos del aseo de las chicas no había espacio para un rayajo más de lo escritas que estaban. Y a pesar de que las paredes eran de azulejos también se las habían ingeniado en escribir más cosas en ellos.

—Por eso no quería entrar en los baños de las chicas. No me gustaría salir de allí llorando y con la autoestima por los suelos. —Yo estaba terminando de limpiar mis pinceles y Kai ya había terminado de hacerlo, por lo que entró en los cubículos donde estaban los retretes—. Mierda, no hay papel. ¿Qué estoy diciendo? Nunca hay.

—Pues hay que limpiar tu estropicio antes de que toque el timbre —recordé al sacudir las manos para eliminar el exceso de agua de ellas.

—Tengo una idea —anunció y la comisura de sus labios se elevó.

—No me gusta cuando tienes una idea porque nunca acaba bien. —Observé que salía del baño sin avisarme y me apresuré a seguirlo—. Espera, ¿dónde vas?

—Al cuarto de la limpieza a por una fregona.

—¿Y no es más fácil pedírsela al conserje? —sugerí en un tono de obviedad.

MÁS QUE UN SUEÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora