Capítulo 38: Esperanza.

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En el reflejo del espejo de la habitación que temporal que me habían asignado en el palacio lucía una Norah vestida con ese vestido azul grisáceo que Hope me había dado días antes. La ceremonia iba a dar comienzo en poco tiempo e iba a tener lugar en el amplio prado, justo delante de la verja principal de la muralla del palacio, pues asistiría mucha gente y aunque los jardines fueran increíblemente amplios, no estaban preparados para toda la multitud que acudiría.

Me veía bien por primera vez en mucho tiempo. Lo cierto era que el vestido me sentaba fenomenal y con los complementos para el pelo que me otorgó Hope el día anterior conseguí hacerme un peinado curioso. Lo único que descolocaba un poco era a venda del brazo, pero no había forma de ocultarla.

Alguien llamó a la puerta con los nudillos y tras concederle que pasara, apareció Hope.

—¿Nerviosa? —Fui yo la que pregunté.

—Con decirte que estoy intentando retrasar todo lo posible vestirme, creo que te lo digo todo —respondió y ambas nos reímos—. Por lo que veo te queda estupendo.

Se acercó a mí, con la mirada fija en mi vestido.

—Es hermoso. Gracias, Hope —agradecí con una sonrisa sincera.

—No es nada —me devolvió la sonrisa.

Nos quedamos ambas plantadas delante del espejo, en silencio. Al menos hasta que yo lo rompí. La noche anterior había estado pensando en ello, y no había mejor persona a la que consultarle algo así que a ella.

—Hay una cosa que sigo sin entender.

Hope juntó un poco las cejas y me miró a los ojos a través del espejo.

—¿Cuál es la diferencia? —pregunté de sopetón y especifiqué—. Me refiero, Lyroc también quería el shirikkant y le llevó años en busca de información sobre el objeto y probar conjuros para sacarlo de la Franja y hacerse con él. A mí en cambio no me costó nada, dentro de lo que cabe.

Ella se tomó unos segundos para formular su respuesta.

—La diferencia es que tú no querías el shirikant —refutó colocándome mejor uno de los accesorios en el pelo—. Lyroc lo deseaba de forma avariciosa. En cambio, tu deseo nacía desde lo más profundo de tu corazón por lo que no había nada de maldad en él, sino bondad. Esa es la diferencia, Norah —me explicó—. Y eso es vital en esta realidad. Si no, a cualquiera se le concederían los deseos y por el bien de nuestra realidad no se le pueden conceder a aquellos que lo usarán con un fin infame.

Aquello tenía sentido, sin embargo, me hizo considerar muchas cosas.

—Bueno —suspiró—, será mejor que me vaya preparando para la ceremonia. Sería una deshonra presentarme así —se señaló así misma y consiguió sacarme una sonrisa—. Nos vemos ahí fuera, Norah.

Asentí y se marchó de mi habitación.

Yo seguía plantada delante del espejo, analizándome de arriba abajo y pensé que si lo seguía haciendo, conseguiría sacarme algún defecto y como consecuencia, me arruinaría a mí misma. Además, tenía una cosa en mente. Por esa razón, después de soltar un suspiro y mentalizarme para lo que iba a hacer, cogí la muleta que dejé apoyada al lado del espejo para ayudarme a caminar, abandoné la habitación y me encaminé hacia las escaleras para bajar con pasos decididos.

Pero mi destino no acababa ahí, en la planta baja. Tome rumbo hacia una puerta que ocultaba las escaleras para bajar al sótano y, después, a las mazmorras.

Desfilé por un pasillo con celdas a ambos lados. Cientos de hombres me abucheaban. Esos mismos hombres eran los antiguos guardias de Lyroc. Pero no me detuve. Seguí girando pasillos hasta una celda en concreto.

MÁS QUE UN SUEÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora