Capítulo 16: Yo sí que flipo contigo, Norah.

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En cuanto sonó el timbre que daba comienzo la hora del recreo, salí escopetada de clase diciendo a mis dos amigos que me había vuelto a olvidar el almuerzo en casa e iba corriendo a la cafetería a comprarme algo antes de que la cola se hiciera kilométrica. Sabía que no era una coartada muy buena teniendo en cuenta que el otro día puse la misma excusa, pero no me quedaba otra. Sin embargo, en el camino hacia la clase de Georgia y Adriel, caí en la cuenta de que no serviría de nada mentir, porque en cuanto Evie preguntara por nosotros, Georgia le contaría lo que iba a hacer a continuación.

Empezando a tener calor a causa de haber recorrido los pasillos como si no hubiera un mañana, llegué su clase y los pillé justo saliendo del aula.

—Me lo llevo un momento —le dije a Georgia, entre jadeos, y agarré a Adriel por la manga de su chaqueta. A Georgia casi no le dio tiempo a reaccionar y vocalizó un «vale». A Adriel lo pillé tan desprevenido que al tirar de la manga de su sudadera se desestabilizó, pero no llegó a caerse.

—¿Y esas prisas que ni das los buenos días? —inquirió.

—No hay tiempo para eso.

Comencé a andar con Adriel pisándome los talones.

—Al menos podrías soltar el agarre —agitó suavemente el brazo para llamar mi atención—. Sé caminar.

Me giré y vi que sus ojos lo señalaban. No me había dado cuenta de que aún seguía agarrándole la sudadera, así que cuando pronunció esas palabras lo solté inmediatamente y me giré para salir del edificio. Adriel me seguía en silencio, pues me conocía lo suficiente como para saber que hasta que no llegáramos al sitio que tenía en mente no iba a soltar una palabra.

A medio camino de llegar al banco donde tenía pensado hablar con él, rompió el silencio.

—¿Por qué no vamos con los demás? ¿Te has cabreado con ellos? —preguntó.

—¿Qué? No —solté, tajante—. ¿Por qué dices eso?

—No sé te noto algo alterada y... ¿molesta?

—Que encima tengas la poca vergüenza de decirlo así como si nada me supera —bufé con hastío.

—Norah, ¿qué estás diciendo? —preguntó en un tono inquisitivo.

No respondí. Después de unos pasos más, llegamos al banco y me senté. Adriel me imitó tras dejar la mochila en el suelo. Inhalé profundamente para luego exhalar el aire.

—¿Me vas a decir que pasa o lo tengo que adivinar? —preguntó algo cansado.

—Me lo vas a decir tú —dije con convicción.

—Mira, Norah, si vas a seguir en ese plan yo no puedo ayudarte.

—Te digo lo mismo. —No cambié mi postura porque a pesar del semblante confusión de Adriel, estaba muy convencida de lo que hacía.

Nuestras miradas colisionaron y hablé antes de que él abriera la boca.

—Adriel, ya lo sé todo —anuncié—. ¿Y sabes qué? Me parece muy fuerte que me haya tenido que enterar así y no por tu propia boca.

—¿De qué estás hablando? —su ceño comenzaba a fruncirse y sus ojos a analizarme de manera más profunda.

—Ya no hace falta que ocultes nada. Demasiado tiempo lo tenías escondido. ¿Por qué no nos lo dijiste y ya, en vez de toda esta triquiñuela? —interrogué con la intención de comprenderle pese a que me dolía mucho en ese momento.

—Te lo pido por favor. ¿Me puedes explicar de una maldita vez que coño pasa? —En cambio, él empezaba a molestarse.

—Si te quieres hacer el tonto, te lo explicaré. Pero que sepas que Kai y yo ya lo sabemos. Hablamos con Dominic y nos lo dijo todo.

MÁS QUE UN SUEÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora