Capítulo 28: Como en los viejos tiempos.

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Ya no había nada que hacer, solo ponernos en posición de ataque sujetando nuestros libros con la mano alzada, preparados para lanzarlos a los intrusos. Pero eso último no llegó a pasar cuando vimos una melena pelirroja rizada y un cabello muy corto castaño. Se trataban de Georgia y Kai. Parecían algo alterados y por sus expresiones deduje que la única razón de su estado no era porque habían corrido hasta encontrarnos.

—Qué susto, joder. —Diego se alivió al verlos y bajó la mano con la que sostenía el libro.

—Tenemos que irnos —ordenaron los dos al unísono, faltos de aire. Georgia cerró las puertas tras de sí.

—¿Habéis encontrado el símbolo ya? —pregunté extrañada porque su estado de ánimo no correspondía con el que tendrían si se lo hubieran topado.

—No, pero nos largamos ya —espetó Kai, muy alterado e inquieto. Jamás lo había visto así.

—¿Por qué? ¿Qué ha pasado? —preguntamos Diego y yo, entre los dos.

—¿Hay alguna salida por aquí? —preguntó Kai quitándole de la mano el candil a Diego.

—No hay tiempo de explicaciones ahora —habló Georgia y de fondo aprecié como un grupo de personas subían los escalones a toda prisa y estos crujieron bajo sus pisadas—. Están viniendo. Nos tenemos que ir —bramó.

—La única salida es la ventana —anunció Diego, señalándola con el dedo.

—¿Qué? No, no vamos a saltar por la ventana —contradije.

—Ah, ¿no? ¿Prefieres morir? Pues no saltes, pero yo aprecio mi vida —declaró Kai dirigiéndose a la ventana sin dudar. Los demás lo siguieron con grandes zancadas apresuradas.

—Norah, joder. No te quedes ahí. —Georgia rehízo sus pasos y me agarró de la muñeca para tirar de mí. Kai ya había abierto la ventana cuando los pasos se escuchaban cada vez más cerca y fuertes, y las voces masculinas eran perceptibles.

Kai se sentó en el marco de la ventana y desapareció en la oscuridad en cuanto saltó. Mis ojos se abrieron como platos y me cubrí la boca con las manos. Diego lo siguió sin dudarlo y también saltó. Solo quedábamos nosotras, y los pasos y voces se escuchaban justo al otro lado de la puerta.

—Es solo un piso —consideró Georgia en voz alta, armándose de valor para seguir a nuestros amigos.

Fue entonces cuando reaccioné y me senté en el marco junto con Georgia. Debió leer mi expresión de inseguridad y miedo porque me agarró de la mano y se lanzó, arrastrándome con ella.

Un grito abandonó mi garganta y precisamente en ese instante en el que caíamos, y la falda de mi vestido se levantó como resultado de la resistencia que ofrecía contra el aire, conseguí escuchar un portazo y voces masculinas que no conseguí descifrar lo que decían porque en ese momento impacté contra el suelo pavimentado. Un dolor fugaz se instaló en mis pies y manos, pero se desvaneció en cuanto me puse en pie.

—Sigue corriendo —me gritó Georgia mientras se incorporaba a mi lado.

Arrancamos a correr y dejamos atrás las voces que gritaban «Se han escapado» o «Han saltado por la ventana» y avanzamos detrás de dos pequeñas siluetas que debían ser nuestros amigos entre la oscuridad de la noche.

Giraron por una calle y al llegar a su altura tomamos el mismo camino. No los habíamos perdido de vista, no obstante, no dejaron de correr hasta llegar al comienzo de un bosque. Una vez nos reunimos, empezamos a adentrarnos en la espesura del bosque a paso lento para recuperar nuestras respiraciones.

—¿Nos vais a contar por qué hemos huido? —cuestionó Diego tras recuperarse de la carrera.

—Los tíos de los que huíamos nos buscaban, y no para algo bueno desde luego. Tenían toda la pinta de ser cazarrecompensas —contestó brevemente Kai, adquiriendo un semblante de seriedad que era insólito en él.

MÁS QUE UN SUEÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora