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A pesar de los días, mi cuerpo aún se negaba a acostumbrase a la dureza de este colchón. Tenía al menos unos veinte minutos recostada luego del pesado día por el que había pasado. Una vez más giré sobre la cama dejando a mí espalda pegada al colchón mientras me dedicaba a encontrarle lo interesante a la grita de pintura sobre el techo.

Habían pasado ya ocho días desde que me había salido de la casa de mis padres, los mismos ocho días en los que no había tenido noticias de ellos y me preguntaba si es que acaso se habrían preocupado en buscarme o simplemente el hecho de que yo me hubiera ido había simplificado las cosas para ellos. Me dolía pensar en que tal vez la segunda opción fuera la más viable, aunque una parte de mí albergaba la esperanza de que ellos me buscaran una vez que reconsideraran que su idea era una absoluta estupidez.

No podía sacarme de la cabeza a mis padres desde ayer en la tarde luego de que me presentara en el pequeño despacho de una contadora que solicitaba una ayudante de medio tiempo. El trabajo no parecía mucho y la paga era aún menor, sin embargo, eso significaba una entrada de dinero luego de que mis ahorros se vieran disminuidos cuando decidí pagar por adelantado la habitación del hotel hasta el final de mes. La única ventaja era que al menos tenía un techo seguro por al menos una semana más.

Seguí mirando la grieta mientras repasaba mentalmente la entrevista que la Licenciada Gómez me había realizado. Debí saber que tarde o temprano la sombra de mi padre caería sobre mí.


Flashback


Me encontraba sentada en el pequeño sillón individual colocado en la improvisada recepción en espera de que me llamaran. Era la última de aquel día luego de que otras dos chicas pasaran.

Había visto el anuncio pegado afuera de una tienda, en el que buscaban a una persona, de preferencia estudiante, para asistir en un pequeño despacho recién abierto. El trabajo era de medio tiempo y consistía en organizar la papelería y atender el teléfono, el pago no era mucho, pero sin dudas era mejor que nada. Así que, sin pensarlo mucho y sabiendo que no tenía nada que perder me dirigí a la dirección señalada y ahora me encontraba aquí esperando mi turno.

Quince minutos después la puerta de la oficina se abrió y de ella salió la chica que pasó antes de mí y otra mujer. Ambas se despidieron y en cuanto la chica se fue la mujer parada en el marco de la puerta consultó algo en la libreta que llevaba entre sus manos.

—¿Daniela Calle? —pregunta mirándome, yo asiento al momento en el que me levanto del sillón —Pasa, por favor —agrega haciéndose a un lado para permitirme el paso.

La oficina no es muy grande, tiene un escritorio colocado al centro de la misma y una silla reclinable por detrás de este. Hay algunos documentos sobre la mesa del escritorio, una portátil, y un teléfono y en la parte de enfrente justo al centro un personificador en el que se lee Lic. Isabel Gómez. Contadora.

Detrás de la silla reclinable hay un librero con algunos libros y una fotografía en la que puedo distinguir a la mujer y a los que supongo son su marido y sus hijos. En la esquina derecha se ubica un archivero y en la pared del otro lado hay colgados diversos diplomas y el título enmarcado de la Licenciada.

—Toma asiento, por favor —me invita señalando la silla acolchada que hay justo frente al escritorio.

Ella rodea la mesa y se sienta sobre la silla reclinable. La observo durante unos segundos mientras ella organiza un poco los documentos sobre su mesa. No es una mujer mayor y a decir verdad se ve bastante joven, debe de estar rondando entre los 40 años, su pelo castaño claro casi rubio cae sobre sus hombros, tiene la piel blanca y viste un bonito traje sastre color azul marino. En cuanto termina de anotar algo levanta la vista y puedo ver sus ojos azules detrás del par de lentes de montura de cristal, lleva un maquillaje discreto que le da un aire más natural.

Una vida perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora