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Despierto desconcertada en cuanto siento algo húmedo sobre mi rostro, abro los ojos y tardo un segundo en entender lo que sucede. El recuerdo de inmediato llega a mi mente en cuanto veo la cara regordeta del pequeño pug que reclama fehacientemente mi atención.

—Buenos días pequeño —digo entre risas mientras intento frenar los embates de Ramón.

Finalmente él parece ceder a mis súplicas por que se detenga y cesa un momento en su afán de cubrirme toda la cara con su saliva, momento que aprovecho para estirarme dentro de las cobijas. Dios, no recuerdo cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que dormí tan bien, sin embargo, en cuanto soy consiente de la verdadera razón por la que estoy aquí el golpe de realidad me da de lleno en la cara.

Suelto un suspiro mientras aparto las cobijas y me incorporo, tomo a Ramón en brazos y lo dejo con cuidado sobre el piso, pero al momento de levantarme siento cómo todo a mi alrededor parece dar vueltas. Hacía unos días que había tenido un mareo por última vez y creo que es por eso que en estos momentos lo siento aún más fuerte.

Me siento en la cama cerrando mis ojos mientras inhalo profundamente en un intento de que el mareo se me pase, por un momento creo que está funcionando, pero de pronto las náuseas deciden hacer acto de presencia también. Inhalo una vez más antes e levantarme y caminar lo más rápido que puedo al baño. Una vez que mi estómago parece haberse vaciado me acerco al lavamanos y me hecho agua en el rostro para después lavarme la boca y quitarme el mal sabor.

—Parece que amaneciste de malas ¿verdad pequeño? —digo en voz alta mientras con mi mano acaricio suavemente mi vientre —Creo que estabas muy cómodo en la cama — niego con mi cabeza —Bueno acá entre nosotros yo también —sonrío terminando de enjuagarme la boca.

Salgo del baño y veo a Ramón sentado a mitad del cuarto, él suelta un par de ladridos cuando me ve finalmente y se acerca a mí. Vuelvo a tomarlo en brazos y me pregunto si acaso Poché ya se había despertado. Busco por toda la habitación con la mirada algo que me pueda indicar que hora es, pero no hay nada y no me animo a encender el televisor por si acaso aún está dormida. Sin otro remedio, abro la puerta y salgo con Ramón en brazos, puedo escuchar algo de ruido en la parte de abajo así que supongo que debe tratarse de Poché.

Bajo las escaleras y me encuentro con la escena más caótica que he visto en mi vida.

Poché está en la cocina meneando algo en la estufa, mientras tararea una canción, a su alrededor sobre la encimera hay un sinfín de trastes sucios, cáscaras de huevo y harina esparcida. Parece un campo de guerra y algo me dice que está perdiendo la batalla.

—Buenos días —me atrevo a decir en voz alta cuando me doy cuenta de que ella no se ha percatado de mi presencia, haciéndola pegar un brinco y voltear de inmediato.

En cuanto sus ojos se fijan en mí una sonrisa amplia y radiante se forma en su rostro, verla sonreír de alguna manera logra alegrarme la mañana.

—Dani, buenos días. ¿Cómo pasaste la noche? —me pregunta volviendo su atención a la estucha.

—Muy bien gracias —respondo acercándome un poco.

—Me alegro —dice mirándome por encima del hombro —Espero que ese pequeño rufián no te haya molestado —agrega entrecerrando los ojos mientras mira a Ramón en mis brazos.

—Para nada —digo sinceramente —la verdad es que me agradó tener compañía.

—Menos mal, pasé como una hora buscándolo anoche por toda la casa hasta que escuché sus ronquidos a través de tu puerta.

Una vida perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora