24.

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Una niña...

Sonrío inevitablemente mientras con mis manos acaricio mi vientre, el agua caliente de la regadera cae sobre mi cuerpo relajándonos a mí y al parecer a mi hija.

Mi hija...

Me parece tan irreal... tan mágico...

Cierro la lleve del agua y tomo una toalla para envolver mi cuerpo y otra para enrollarla en mí cabello, salgo de la ducha y me seco una vez que estoy en la habitación, me unto la crema que Nela me recomendó para cuidar mi piel y me pongo el pijama antes de retirar la toalla de mi cabello y comenzar a cepillarlo. Mientras lo hago no puedo evitar preguntarme en dónde estará Poché en estos momentos, desde que regresamos a casa no hemos dicho nada, sin embargo, su actitud parece más relajada y yo no quiero agobiarla en estos momentos, a decir verdad, tampoco quiero hacerlo ahora, solo quiero saber que ella está bien.

Salgo de la habitación y veo las puertas de la terraza abiertas por lo que sé en dónde se encuentra ella, sin embargo, opto por bajar a la cocina y prepararme un poco de té. Aunque el silencio continúa en la casa indudablemente es mucho más agradable que el que se sentía hace algunos días. Este silencio transmite tranquilidad, algo que sin duda nos hacía mucha falta.

Una vez que tengo listas las dos tazas con la infusión caliente subo de nuevo y con cuidado me acerco a las puertas corredizas, tal y como lo imaginaba Poché esta ahí. Está sentada en el sofá mirando hacia el cielo, absorta en sus pensamientos. Me permito observarla por algunos instantes, su rostro aún luce un poco demacrado y sus ojeras por la falta de sueño son notorias, sin embargo, ya no luce tenso y eso me da esperanzas de que ella tal vez se encuentra mejor.

Como casi siempre ocurre, ella parece notar mi presencia porque voltea en dirección a las puertas, en cuanto me ve una pequeña sonrisa se dibuja en su rostro.

—Hola —digo tímidamente acercándome a ella —te traje un té —le ofrezco una de las tazas la cual toma.

—Gracias... —me dice y yo asiento —Ven, siéntate —agrega señalando el espacio a su lado.

—No quería interrumpirte —menciono sentándome a su lado y tomando un sorbo de mi taza.

—No lo haces —responde bebiendo ella también de su taza.

Ambas nos quedamos calladas, pero es un silencio cómodo, uno de esos en los que las palabras no son necesarias para saber que las cosas están bien. Ella mira al cielo y yo observo la vista que ofrece la ciudad mientras ambas continuamos bebiendo de nuestras tazas.

—Dani... —la escucho nombrarme luego de un rato, yo pongo mi atención en ella —Gracias... por todo... —la mirada que tiene no refleja tristeza, es más como melancólica, ella suspira antes de seguir hablando —Sé que debes de tener muchas preguntas...

—Poché, no es necesario... trato de interrumpir porque, aunque ciertamente las tengo, no quiero que ella se sienta obligada a darme explicaciones.

—No, espera —ahora es ella quien me interrumpe —déjame hablar, por favor, necesito hacerlo —dice tomando mi taza vacía y poniéndola en el piso junto con la suya para después tomar mis manos entre las suyas. Poché se toma unos segundos antes de volver a hablar —Sé que estos días me he comportado como una idiota con todos, sé que solo estaban preocupados y s ellos agradezco, pero... —ella suelta un suspiro —Lucía... es un tema muy complicado para mí.

—Lo entiendo Poché, —le digo acariciando sus manos —Kim y Vale estaban muy preocupadas... y yo también —confieso, ella me mira mientras sonríe un poco —no sabíamos que hacer.

Una vida perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora