CAPÍTULO 33

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TERAPIA PERSONAL

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Antonella Rinaldi

Berlín, Alemania.

Un día se siente como un año, pues la semana que pasó, para mí se siente como una eternidad; fue difícil levantarme de la cama, fue aún más difícil hacer actividades que me resultaba tan comunes como comer o incluso darme un baño, admito que se sintió bien estar limpia, pero al parecer mi cuerpo necesitaba más que el baño que me acababa de dar.

Mi cabello estaba hecho un desastre, había bolsas oscuras debajo de mis ojos, estaba pálida y tenía los ojos hinchados, aunque trate de disimular con maquillaje mi sentido de ánimo era un completo asco, agradecí que Ares no estuviera aquí pues no quería tratarlo mal. Decidida a no dejarme caer de tal manera, cambié las sábanas de mi cama, e hice lo que hace mucho no hacía, una terapia donde debía limpiar mi casa.

No sé cuánto me llevo, pues limpie toda mi habitación, lave absolutamente toda la ropa sucia, deje resplandeciente cada mueble y el piso, parecía como un digno penthouse de revista, para cuando me di cuenta ya eran las dos de la tarde, así que me arregle y maquille, no estaba dispuesta a seguir llorando porque me sacaron de la vida de otros, claro que aún me dolía, pero no podía permitir que me siguieran usando a su conveniencia.

Quería aclarar cuentas con todos y sabía perfectamente con quién empezar, tomé mi bolso y mis llaves, salí de mi departamento rumbo a dónde yacía mi perro, además que ese hombre me iba a escuchar. Pero me quedé a medias al ver a la persona que justo estaba entrando al pasillo, me quedé completamente fría y tensa, incluso él estaba igual; sacó las manos de los bolsillos de su pantalón, iba bien vestido y peinado, como de costumbre.

—Walter…—murmuré—...¿Qué haces aquí?

—Vine a hablar contigo.—dijo como si nada

No sabía qué decir o hacer, abrí la boca para hablar pero me di cuenta que no tenía nada que decir, pues todo lo dije la última vez que nos vimos. Sinceramente creí que la próxima vez que lo viera, habría todo un ejército para capturar detrás de él, pero parece que simplemente vino como una visita normal.

—¿Podemos hablar dentro?—señaló mi casa

Torpemente asentí y ambos entramos, la tensión era mucha, pues parece ser que mi cuerpo reacciona solo y las llamas del deseo se encienden al instante, no me di cuenta de cuánto lo extrañaba hasta que no pude tocarlo, quería abalanzarme sobre él y arrancarle la ropa, llenarlo de besos y…

—Bueno, la verdad es que no sé bien cómo iniciar.—dijo algo apenado—. Supongo que la verdad es la respuesta correcta, y la única verdad de todo esto es que no supe cómo reaccionar ante tu confesión.

—Lo noté.

—Fue una avalancha de lo que estaba bien y mal en eso, y creo que en ese momento me quedé en blanco pues no creí que lo dirías.

—Llevábamos ocho meses demasiado juntos para nuestro propio bien, era obvio que iba a pasar.

—Si, la cuestión es que no sabía que llegado el momento no sabría que decir, tal vez meses antes te hubiera mandado a la mierda.—se encogió de hombros—. Pero ahora no estoy muy seguro de querer hacerlo.

—La única realidad de todo esto es que por más que intentemos, será casi imposible tener algo serio, pues yo soy la hermana del hombre al que deseas matar.—dije—. Y quien le dañe una hebra de cabello a mi hermano, soy capaz de matarlo sin importar quien sea.

OBSESIONES QUE QUEMAN [1°] [EDITANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora