CAPITULO 46

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Rolling In The Deep - Adele

GUIDIZIO

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Antonella Rinaldi

Berlin, Alemania.

Llegó el día de mi juicio, los policías me mueven a una especie de baños donde me permiten darme una ducha, mientras estoy sola me mentalizo que no voy a ir a ese lugar a rogar o pedir clemencia, voy a ese lugar a demostrar porque llevo el apellido que llevo, me prohibo llorar o bajar la cabeza, me prohibo a qué me vean acabada.

Mi cuerpo húmedo lo seco con una toalla y después lo cubrí con la misma tela blanca, al salir hay una mujer que me ofrece una caja y un bolso.

—Te mandan esto princesa, para que luzcas hermosa.—me guiño un ojo antes de susurrar—. I Rinaldi non sono soli.

«Los Rinaldi no están solos»

Le agradezco con una sonrisa y me deja sola, sin duda fue mi tía Alessandra, y me pone feliz saber que aún me quiere. Dejó atrás las fachas y envuelvo mi cuerpo con un vestido negro corto, con mangas largas y escote en V, dándome sensualidad y elegancia. Me maquillo con sombras oscuras y solo agrego algo de brillo a mis labios, dejó atrás la cara demacrada y llena de lágrimas por el rostro de una mujer que sabe lo que tiene y cómo lucirlo.

Mi cabello al secarse no se forma en ondas como de costumbre, se queda lacio, tan lacio que me sorprende; pues mi cabello siempre suele ondularse por su cuenta.

«Forma parte del cambio», me digo a mi misma, y creo que no me equivoco, así que con mayor valor me mentalizo a que está es mi nueva faceta, la volveré indestructible. Walter Meyer me dió el molde, ahora yo soy quien debe forjarla y volverla de acero. Las zapatillas me suman altura y cuando la policía entra por mi no dudó en sonreír.

—Admito que es para mí un honor conocer a una mujer tan poderosa.—dijo en su lengua materna

—Cariño, aún no has visto nada.—le respondí antes de acercarme

Al salir me espera un gran grupo de policías, los cuales se quedan anonadados ante mi belleza y eso sólo me eleva el ego, los miró como si no valiera nada, como si solo fueran simples hormigas. El más alto se me acerca y me muestra las esposas que me pondrán, las une una cadena gruesa, tendré esposas en las muñecas, piernas y…

—¿Tanto miedo me tienen?—me burlé al reconocer la argolla que va en el cuello

—Órdenes del director Lev Meyer.

—Debí suponerlo.—ofrezco las muñecas

Me van encadenado poco a poco, cualquiera se sentiría humillado pero yo no, porque esto demuestra que saben a quien tienen enfrente, y que podría matarlos si quisiera. Reconozco como el policía me muestra una máscara, la cual tiene una especie de aberturas con barrotes de hierro.

—Debería usarla.—dijo

—No me queda otra opción.

No le doy importancia, me colocan la máscara que me impide hablar, el grupo me rodea y me hacen caminar, el policía más alto me sujeta del brazo y no lo hace con fuerza sino que apenas si puedo sentir su mano. Al salir del lugar donde me tenían reconozco los reporteros que esperan por mi, me sorprende que quieran hacer esta noticia mundial, no se ve todos los días a una mujer tan peligrosa en los noticieros.

Un camión blindado espera por mi, los flashes me ciegan y es como si estuvieran ante una estrella, y vaya que lo soy, pero no de lo que comúnmente se ve. Sino una estrella de asesinatos, muerte y torturas, me hacen subir al camión y emprendemos camino al tribunal, el camino es largo y silencioso, varios me miran de vez en cuando pero no le doy importancia.

OBSESIONES QUE QUEMAN [1°] [EDITANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora