CAPITULO 43

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LA JUGADA

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Antonella Rinaldi

Me muevo de un lado a otro, como un tigre en una jaula, como un tigre desesperado, afanado en cazar y matar, llenarme de sangre y descuartizar. El instinto que tengo me grita que deje que los demonios tomen el control, que me transforme en una mujer despiadada, hambrienta de venganza; una mujer que ya no tiene nada que perder, una mujer que conoce a sus víctimas.

«¿Cómo no me di cuenta?», me regañó mientras respiro como toro embravecido, me siento humillada pues me vieron la cara durante tanto tiempo, tuve que saberlo, tuve que darme cuenta, era más que obvio y no lo ví. Se me escapó y eso ocasionó la muerte de mi hermano, ya no sé qué emoción me domina, si la tristeza, la furia o la vergüenza, no sé cómo pude ser tan estúpida.

Lo tuve en mis manos, ahora recuerdo con exactitud cada detalle, y es que mi cabeza me soltó el rompecabezas que he armado en los últimos tres días, y ahora que tengo la imagen de la tercera persona, siento que no merezco vivir, que yo soy quien debería estar muerta y no Franco.

—¡Maldita sea!—solté el grito antes de lanzar un perfume al espejo de mi habitación

Los cristales salen volando y solo queda un espejo lleno de brechas, porque por más que lo intente reponer, jamás será igual; es la clara referencia sobre como ahora me siento, herida, traicionada, no me veo a mi misma. Y la única solución para eso, es comprar uno nuevo, y es lo que debo hacer conmigo, crear una nueva Antonella a la que no le vuelvan a ver la cara de idiota, una más firme, una más letal, una mas inteligente, una más fría.

Siento que me voy a volver loca, entre más me doy cuenta, más idiota me siento, porque todo esto paso por mis estúpidas decisiones, y eso me duele en el alma, porque si yo hubiera pensado mejor las cosas nada de esto estaría pasando. Por esa razón debí pensar más de dos veces antes de hacer algo, porque por tomar esos riesgos disfrazados de aventuras, ahora no tengo nada.

—Anto, ¿estás bien?—me preguntó Alessandra desde el umbral de la puerta

—No, no lo estoy.—Intente calmarme—. Pero lo estaré, de eso me encargo yo.

Le di un casto beso en la mejilla antes de bajar las escaleras, al entrar a la habitación de Kaan, me siento como una niña pequeña, aún me queda él. Aún puedo salvarlo y eso haré, ya tengo un plan, ya sé cómo proceder con Alessandra, Bianca, Kaan y mi sobrino, debo protegerlos, ahora ellos son mi prioridad.

—Tú tranquilo, papá.—acaricie la mejilla de Kaan—. Tú solo preocúpate por despertar y ponerte bien, ahora es momento de que inicie mi propio juego.

Me di un pequeño beso, antes de salir nuevamente, encontrándome con el Doctor en el proceso.

—¿Ya tiene los resultados que quiero?—le pregunté con poca amabilidad

—Si, el señor Kaan tiene altas posibilidades de despertar, si se mantiene sereno como ahora, créame que lo tendrá de regreso en poco tiempo.

—¿Podrá volver a caminar?

—Bueno, primero deberá despertar, una vez abra los ojos sabremos si sus articulaciones responden correctamente.

—Perfecto, encarguese de que todo vaya de acuerdo al plan.—dije antes de irme a la oficina de Franco

Al entrar ahí está Adal, quien me espera paciente pues es el único en el que puedo confiar de ahora en adelante. Me siento al otro lado del escritorio, firme, calmada, lista para proceder.

OBSESIONES QUE QUEMAN [1°] [EDITANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora