Narra Laura
Después de aquella pequeña conversación de apenas cinco minutos recorremos los pocos metros que nos distancian del restaurante. Durante el corto trayecto ninguno de los dos abre la boca y no consigo descifrar si el silencio me resulta cómodo o incómodo. Nos lanzamos algunas miradas de reojo que rápidamente apartamos, o por lo menos yo. Estamos muy cerca, demasiado cerca, pero supongo que ahora que somos amigos debo acostumbrarme; aún que dudo llegar a acostumbrarme alguna vez a las cosquillas en mi estómogado y a mi corazón acelerado. Comienzo a arrepentirme de haber aceptado, no puedo ser amiga de alguien a quien quiero. Lo intenté, acabé saliendo con él y al final salí con el corazón roto y de camino a Londres. Y justo da la casualidad de que ese hombre es Marcos.
Contengo la respiración cuando siento que me toma de la mano. Trago saliva y desvío mi mirada hacia nuestras manos entrelazadas. Su mano es enorme comparada con la mía y eso me trae recuerdos de hace seis; la situación no ha cambiado mucho. En lo único que puedo pensar es que no me comienze a sudar la mano, ridículo, lo sé. Alzo la mirada conectando nuestros ojos y por unos segundos me quedo embobada; como hace seis años y me maldigo por ello.
—¿Te molesta? —cuestiona cerca de mi rostro, por suerte no tarda ni un segundo en alejarse.
Yo no digo nada porque en verdad no se si me molesta y tampoco quiero descubrirlo porque sé que en el fondo, algo en mí, está saltando de alegría por esto. Marcos me mira durante unos segundos, buscando algo en mí que le pueda responder a si me molesta que me tome de la mano, pero no es capaz de encontrarlo.
—No, tranquilo —susurro mirando al frente.
Me felicito interiormente por no haber tartamudeado, era lo que me faltaba en este momento.
Entramos dentro del restaurante segundos después. Es ese el momento en que me suelta la mano para abrirme la puerta como todo un caballero. Le regalo una sonrisa de agradecimiento. El moreno habla con el mozo para preguntar por la mesa en la que están nuestros padres y amigos mientras yo permanezco callada mirando mi mano, la que instantes atrás estaba entrelazada con la suya. Recuerdos de sus manos en diversas partes de mi cuerpo me inunda la mente haciendome sonrojar. Me maldigo por este comportamiento, no debería pensar en eso ni tampoco debería pensar en Marcos de la manera en que lo hago..., por mucho que lo deseé.
Cuando Marcos termina de hablar con el mozo me indica que le siga. Él va delante y yo unos pocos centímetros por detrás lo que me da una vista perfecta de su amplia espalda cubierta por la chaqueta que le queda como un guante. Hace años, cualquier cosa que se ponía le quedaba perfecta; aún que siendo guapo y atlético es normal que todo te quede bien.
Al llegar a la mesa, las conversaciones cesan y eso me pone el doble de nerviosa de lo que ya estaba. Muerdo el labio inferior e intento observar las miradas de todos los presentes, sobretodo la de Laura. Tomo asiento, a un lado tengo a mi madre y al otro tengo a mi amiga, genial. Fijo la mirada en el plato de porcela color blanco que tengo frente a mí, en la infinidad cubiertos de plata que hay a los lados y por encima del plato y también en las tres copa de cristal que hay a unos escasos centímetros dr las cucharas.
»Como se nota que es un restaurante pijo, pienso.
Decido levantar un poco la mirada. A la primera persona que veo es a mi madre. Sus ojos escrutan cada centímetro de mi rostro es busca de alguna señal que le dé una pista sobre lo que ha pasado fuera con Marcos. Puedo entre ver que está pensando que Marcos y yo hemos vuelto, pero para su decepción no es así. Y aún que el moreno me lo hubiese pedido lo hubiese rechazado. Lo amo aún, pero todavía no puedo olvidar aquella noche en la que se estaban besando en la misma habitación donde tantas veces fui suya. Es una imagen muy dolorosa, la cual me perseguirá siempre. Sus palabras aún permanecen en mi mente: «Le he visto demasiadas veces derrumbarse frente a mí». Yo también me derrumbé, y estuve mucho tiempo en el suelo, llorando todos los días y todas la noches. Mis ojos tardaron en recuperar el blanco tras haber estado tanto tiempo inyectados en sangre por tantas lágrimas derramadas. Durante mucho tiempo las ojeras formaron parte de mi vida junto a un paquete de pañuelos, un bote de helado, un pijama viejo y una botella de Negrita.
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Amándote de nuevo, gilipollas #2 (Editando)
Teen Fiction«Me fui para tratar de olvidarte y he regresado queriéndote más» Me hizo daño, rompió mi corazón y aún así sigo dispuesta a entregárselo una vez más. Aviso: estoy corrigiendo la historia, esto conlleva cambios y, tal vez, un capítulo corregido no te...