08| Dame una razón para olvidarte

1K 73 5
                                    

Narra Laura










Un profundo y persistente dolor se instala en mi cabeza. Siento como si tuviese vida propia, como si en su interior hubiese una fiesta montada y cientos de elefantes lo estuviesen dando todo en la pista de baile. Gimo y llevo mi mano a mi sien, la cual masajeo para intentar aliviar un poco el dolor. Mi cabeza palpita con fuerza y amenaza con explotar en cualquier momento. Siento mi garganta seca y unas inmensas ganas de beber agua me invanden; por suerte siempre tengo un vasito de agua preparado para estos casos. Estiro mi mano hacia mi mesita de noche y frunzo el ceño al no encontrar el vaso. Intento abrir los ojos, pero una cegadora luz choca contra mis pobres ojos y al instante los cierro. Gimo de nuevo y me maldigo por ser tan idiota de volver a dejarme la persona subida.

Me muevo dispuesta a levantarme, pero algo me lo impide, o mejor dicho, dos cosas me lo impiden. Lo primero es un agudo pinchazo que atraviesa sin ninguna compasión mi cabeza; y lo segundo es un brazo, o algo parecido, ceñido a mi cintura. Abro los ojos al segundo, importándome un bledo la cegadora luz y el dolor de cabeza. Rápidamente conduzco mi mirada a mi cintura, pero ésta está tapada por una sábana blanca lo que se me hace raro porque las sabanas de mi cama son rosas. Con cuidado de no despertar a quien sea que me está agarrando, y con algo de miedo por ver quien es, levanto la sábana y compruebo que se trata de un brazo de hombre, por lo peludo y musculoso que es.

Ahogo un jadeo y cierro los ojos, maldiciendo al alcohol y a mí misma. ¿Qué pasó a noche? No recuerdo mucho, tan solo que después de la cena fuimos con Marcos y Gabi a una discoteca, Paradise creo que se llamaba. Tras llegar, Laura y yo les hicimos el lio a unos chicos para que nos pagaran unas copas y después nos fuimos a la mesa donde estaban los chicos, pero no estaban. Al no encontrarlos, los buscamos desde el segundos piso y los encontramos bailando con dos chicas. Nos pusimos celosas, nos bebimos nuestra copa de un tirón y nos fuimos a bailar. Perdí de vista a Laura, Marcos y yo empezamos a bailar, casi nos besamos y después de eso nos empezamos a beber una botella de Tequila.

Mi corazón se acelera al darme cuenta que el dueño del brazo y del cuerpo que está pegado al mío es Marcos. Y lo compruebo cuando giro mi cabeza y me encuentro con su varonil y marcado rostro. Sus ojos están cerrados y su respiración es tranquila, lo que me indica que está profundamente dormido. Por suerte Marcos siempre tuvo un sueño pesado y eso ahora me viene de perlas por que soy capaz de retirar su brazo de mi cintura y levantarme de la cama. Me arrepiento de hacerlo, por descubro que estoy totalmente desnuda. Rápidamente tomo las sabanas y sin importarme lo más mínimo despertarle las retiro de su cuerpo para tapar el mío. Entonces, si ya estaba arrepentida de levantarme, ahora me arrepiento más de quitarle la sábanas porque él también está completamente desnudo.

Jadeo, ¿qué mierda pasó a noche? Aunque la respuesta es más que obvia, no soy capaz de admitirlo. Miro a mi alrededor y no me sorprende ver nuestra ropa tirada de cualquier manera por el suelo de la habitación. Este hecho solo hace no me quede duda alguna que a noche en esta habitación ocurrió lo que más me temía cuando decidí regresar a España: acostarme con Marcos. Me recrimino una y mil veces por ser tan idiota de acostarme con él de nuevo. Soy una completa idiota, seis años llorando por este hombre y ahora, a la mínima borrachera, cedo y termino acostándome con él.

Miro a mi alrededor y soy consciente que estamos en la habitación de Marcos, por lo que debemos estar en la mansión. Suspiro y los recuerdos de aquella noche me invanden junto a la nostalgia, ¿porqué no podía seguir siendo todo tan maravilloso con aquel día?

Intento recordar lo que ocurrió a noche, aunque me da pavor hacerlo. Mi mirada va a la cómoda que hay en la habitación, donde hay un cuadro tirado. Entonces unos pocos recuerdos me invaden y me sonrojo cuando recuerdo lo que ocurrió en ella. La mirada candente de Marcos sobre mí, sus manos acariciando mis pechos y su lengua jugando con mi clítoris, sin olvidar de sus dedos bombeando dentro y fuera de mí hasta regalarme un maravilloso orgasmo. Jadeo, con la garganta más seca que antes, y me ajusto la sábana sobre mi pecho para evitar que se caiga. Mi corazón se acaba de acelerar, mi respiración se ha vuelto irregular y mi zona a empezado a palpitar. Niego con la cabeza y prácticamente corro al baño que hay en la habitación, dejando a Marcos durmiendo en la cama abrazado a una almohada. Me miro en el espejo y me horrorizo al ver me reflejo en el espejo. Estoy horrorosa, espantosa. Mi maquillaje está corrido dejándome unos bonitos ojos de panda; el pintalabios es inexistente, salvo por los pequeños rastros que quedan alrededor de mis labios. Entonces recuerdo como Marcos me besaba, con pasión, necesidad y desesperación y como yo le correspondía; incluso llegué a ser yo, en algunas ocasiones, quien le besaba a él. Continúo con el recorrido de mi cuerpo llegando hasta mi cuello donde un gemido ahogado sale de mi garganta al ver lo que cubre este. Hay no uno, ni dos, sino cinco chupetones por todo mi cuello; sin contar con los que bajan hasta llegar a mi pecho. Bajo un poco las sábanas para contemplar dos chopetones, uno en mi seno izquierdo y otro en el derecho.

Amándote de nuevo, gilipollas #2 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora