13| Siempre tendré a mi hijo

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Narra Laura





Hiperventilo una y otra vez, estoy jodidamente nerviosa. Hace algunos minutos que Lalo me dejó frente a mi edificio y desde entonces estoy esperando a Drew. Doy vueltas por el salón sin parar, quiero e intento controlar mis malditos nervios, pero de nada sirve. Mi mente imagina miles de escenarios posibles y en la gran mayoría Drew acaba mal parada. La culpabilidad que se ha ido acumulando en mí durante la última semana, y la cual me impide dormir, se está manifestando con unas inmensas ganas de llorar por ser tan idiota. Nunca debí dejarme llevar por mi corazón. Debí permanecer firme y negarme a los sentimientos que volví a experimentar cuando le vi, pero tonta de mí quise pensar que tan sólo sería una noche; una noche mágica que quedaría guardada en mi memoria, pero ahora no solo será mi memoria quien me lo recuerde.

Suspiro, pienso miles de formas para decirle a Drew que hace una semana me acosté con Marcos, mi ex y amor de mi vida, y no quise contárselo porque había dado el tema por zanjado..., sólo que no lo había zanjado tan bien porque ahora en mi vientre llevo el fruto del amor entre él y yo. No sé cómo decírselo y tampoco sé de dónde voy a conseguir el valor suficiente para contárselo; sólo sé que su reacción no va a ser buena. Para una persona nunca es fácil escuchar que tu pareja te ha puesto los cuernos, y más con su ex. Yo soy un claro ejemplo, sólo que en vez de contármelo, lo vi.

Pero el contarle a Drew eso no es el mayor de mis problemas. ¿Cómo les voy a decir a mis padres que estoy embarazada, y encima de Marcos? ¿Y cómo coño se lo voy a decir al propio Marcos? Después de aquel día ni él me ha buscado ni yo a él. Aquel día fue el final de nuestra historia, no puedo volver ahora y decirle, así cómo si nada, que va a ser padre. Me da miedo cómo se lo pueda tomar, tal vez piense que me estoy cachondeando de él o cualquier cosa, aunque con suerte se pondrá muy feliz. Me mareo de tan solo pensar en las innumerables formas en las que puede acabar esto.

Me siento en el sillón, tanto dar vueltas y comerme la cabeza me ha agotado. Cierro los ojos, acomodo bien mi espalda en el cómodo respaldo del sillón y toco mi vientre. Tantas preguntas que me he hecho y ninguna de ellas tiene que ver con lo más importante aquí: mi hijo. Si todo al final se va a la mierda, si Drew me odia, si Marcos me da la patada o si mis padres se enfadan conmigo, siempre le tendré a él, o a ella. Ahora mismo es lo más importante, en lo único a lo que tengo que prestar atención y si miramos el lado bueno, a Lalo se le veía con ganas de ser padre por lo que sé que a mi bebé nunca le faltará la figura paterna; aunque esa figura paterna también tenga algo de materna.

Mis sentidos se ponen alerta en el momento en que escucho una llave introduciéndose en la cerradura para abrir la puerta principal. Trago saliva con fuerza y permanezco en mi sitio, intentando relajar los malditos nervios. Respiro hondo, preparándome para lo que viene a continuación. La puerta se abre y al segundo se cierra. Escucho sus pasos acercándose a mí, son tranquilos. Las ganas de llorar aumentan al tiempo que me doy cuenta que ya no hay vuelta atrás. No puedo huir, ya no soy una adolescente.

—Hola, preciosa —escucho que dice y puedo jurar que está sonriendo.

Me obligo a abrir los ojos, debo ser valiente y afrontar mis problemas como la adulta de veintiún años que me empeño en ser. Giro mi rostro un poco para verle a unos pocos pasos de distancia de mí, se está quitando los zapatos. Nuestras miradas se encuentran y eso no hace más que empeorar mis nervios. Me regala una pequeña sonrisa, sonrisa que para nada merezco porque soy la peor personas del mundo y él no se merece para nada lo que le estoy apunto a de contar. Siento cómo se forma un nudo en la boca de mi estómago que me incomoda y, a la vez, me hace querer vomitar.

Amándote de nuevo, gilipollas #2 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora