14| Jessica Candau

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Narra Laura




Soy un maldito manojo de nervios. Ahora tengo que ir a casa de Carolina para hablar con ella y, ¿porqué no? Contarle que va a ser abuela. Puestos a confesar ya se lo cuento a ella, a Rodrigo y a mis padres. Y esto me pone jodidamente nerviosa, aunque más nerviosa voy a estar cuando se lo tenga que contar a Marcos. Suspiro pesadamente y me levanto de la cama dónde he estado la última hora pensando en lo que le diría a todos. Durante la comida Drew me ha dado algunas opciones para decírselo a Marcos, pero ninguna llega a convencerme.

Me meto en el baño y me ducho, he sudado bastante. Salgo envuelta en una toalla blanca y mientras con otra seco mi húmedo cabello. Camino al armario, lo abro y después de unos minutos de deliberación decido ponerme unas calzonas vaqueras, una camiseta blanca básica de manga corta y unas deportivas blancas algo desgastadas. Dejo mi pelo suelto para que se seque, pero en mi muñeca llevo un coletero para hacerme una coleta. Cojo mi móvil, dinero para el taxi y las llaves de este departamento.

Salgo de la habitación y atravieso el pasillo hasta llegar al salón. Encuentro a Drew con un rostro de pura exasperación, dando vueltas por el salón y pidiendo perdón a alguien, seguramente a algún familiar. De nuevo me siento culpable, pero era lo mejor para ambos; además, al final resultó que ambos sentíamos lo mismo por el otro: amor de amigos, casi confundible con el de hermanos.

Poco tarda en notar mi presencia porque gira la cabeza y me dedica una sonrisa. Él me quiere y me apoya y sé que puedo contar con él para todo, al igual que con Lalo. Por cierto, tengo que llamar a Lalo para contarle mis planes, aunque ya mejor lo dejó para después de hablar con Marcos.

—Que pesada es mi abuela —espeta tirando el móvil al sillón. Río, pero eso me hace recordar que yo debo llamar a mis familiares para contarles que la boda se ha suspendido —. ¿A dónde vas, pequeña?

—A la casa de los padres de Marcos, necesito que me digan dónde encontrarlo y, de paso, les cuento a ellos y a mis padres que van a ser abuelos —le informo.

Drew sonríe y asiente con la cabeza. Se acerca a mí y me abraza con fuerza, pero no me quejo, necesito un abrazo de oso para intentar achacar los nervios que tengo y él es el mejor para dar estos abrazos. Nos separamos.

—Si quieres llévate mi coche —me ofrece sacando las llaves de su coche de uno de los bolsillos de sus vaqueros.

Sonrío, tomo las llaves y me lanzo a sus brazos de nuevo. Él me responde el abrazo y, además, deposita un cálido beso en mi mejilla.

—Te quiero, enana —susurra despacio.

—Y yo a ti, grandullón —susurro con una pequeña sonrisa en mis labios.

Caminamos ambos hasta la salida y cómo todo un caballero me abre la puerta junto a una tonta reverencia que me hace reír.

—¿Te espero para cenar? —pregunta apoyado en el marco de la puerta.

Lo pienso, pero no sé bien como puedo acabar esto así que me limito a encogerme de hombros y decir:

—Te mando un mensaje.

Drew asiente, me da un último beso en la mejilla y por fin me deja libre. Camino por el pasillo hasta llegar al ascensor y ejerciendo un poco de fuerza presiono el botón para llamarlo. Tan solo espero unos segundos antes de que las puertas de metal se abran frente a mí revelando el pequeño espacio. Sin perder tiempo me meto en él y presiono el botón de la planta menos uno, dónde está el coche de Drew.

Amándote de nuevo, gilipollas #2 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora