01| Le rompísteis el taca-taca

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Narra Laura




Me levanto como cada mañana, por culpa de los rayos de sol y maldigo a Carmen por haber dejado las cortinas abiertas. Suspiro y me levanto de la cama que, extrañamente, es más cómoda que de costumbre. Algo extrañada miro a mi alrededor y frunzo el ceño al darme cuenta que esta no es mi habitación, pero me es demasiado familiar. Miro por todos lados, hay trofeos, pósteres y algunas fotografías que no consigo ver con claridad. Observo el suelo y en él hay varias prendas, distingo a unas como mías mientras que otras se que son de hombre y se me hacen familiares. Algo aturdida cojo la camiseta de hombre que hay en el suelo, con el logo de Superman, y me la coloco encima ya que estoy desnuda. Camino hacia una de las dos puertas de madera que hay en la habitación y la abro dejándome ver un amplio baño. Me acerco al lavavo y me miro al espejo. Casi me da un infarto al verme, esta no soy yo, es decir, no soy la yo de ahora sino la de hace seis años. Todo mi rostro alarmada, ¿qué coño está pasando? Rápidamente me hecho algo de agua en la cara para despejarme un poco, pero cuando me miro de nuevo al espejo sigo exactamente igual.

—Pensé que nunca te despertarías, princesa.
Me quedo paralizada al escuchar aquella misma voz que llevaba seis años sin escuchar. Mi corazón se acelera y mi respiración se corta brevemente antes de volverse acelerada. Todos los recuerdos de aquella época inundan mi mente, algunos felices y otros dolorosos. Y ahora es cuando caigo, estoy en su habitación; la habitación en la que sucedió aquella mágica noche. Me giré lentamente hasta encontrarme frente a él, quien también estaba igual que en aquella época.

—No eres real, esto es un sueño —susurré con la voz entrecortada.

—¿De qué hablas? Claro que esto es real, tan real como que rompiste mi corazón el día que te fuiste —exclamó con voz furiosa.

Su voz pasó de suave y cariñosa a furiosa, las ganas de llorar no tardaron en aparecer, pero resistí las ganas.

—Fue tu culpa —exclamé.

—Me da igual, huiste, pero siempre serás mía —pronunció serio.




¡RING, RING!

Me levanto de golpe, con la respiración y el corazón agitada y mi mano en el pecho. Mi habitación no está del todo a oscuras, algo de luz entra dentro de esta por las diminutas rendijas de la persiana. Todo mi cuerpo está agitado y cuando llevo mi mano a mi frente me doy cuenta de que estoy sudando. Rápidamente aparto el edredón nórdico que cubre mi cuerpo y una pequeña corriente de aire frío choca contra mi cuerpo; mi habitación es bastante fría. Cierro los ojos con fuerza, siento las lágrimas salir de mis ojos y deslizarse por mi mejilla. Suelto un sollozo y tapo mi rostro con mis manos. Seis años, dos mil ciento noventa y un días, cincuenta y dos mil quinientos ochenta y cuatro horas en los que he estado alejada del amor de mi vida. Cuando vine a Londrés pensé que le olvidaría, al principio pensé que tan solo me había encaprichado con el chico malo y que se me pasaría. Pero pasaron los meses y en vez de olvidarme de él lo tenía cada vez más presente. Cada mínima cosa me recuerda a él y duele, duele mucho. Lo peor de todo es la incertidumbre de saber si para él fui un simple capricho o de verdad me amaba como me decía. Tal vez él haya encontrado a otra mucho mejor que yo y el simple hecho de imaginármelo con otra me dan ganas de vomitar.

—¿Otra vez? —la voz de mi amiga Carmen es la que hace que despegue las manos de mi rostro.

Está apoyada en el marco de la puerta con los brazos cruzados y mirándome con tristeza. Ella es una de las personas que mejor sabe la situación por la que estoy pasando por que ella mismo lo ha vivido en persona; ella también se enamoró de quien no debía y lloró por alguien que no lo merecía. Sin duda una de las peores cosas de esto es preguntarse si de verdad valió la pena todo este sufrimiento por un amor que tal vez no fue amor o por lo menos no fue amor por parte de ellos.

Amándote de nuevo, gilipollas #2 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora