28| Odio verte babear por Loki

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Narra Laura





Bostezo y abro los ojos con pereza. Estoy en la cama, entre los fuertes brazos de Marcos, los cuales sujetan mi cintura, y con mi cabeza apoyada en su pecho. Como puedo giro sobre mí misma, intentando no despertarle, y miro la hora en el pequeño despertador que hay en la mesilla de noche: son casi las cuatro de la tarde. Mi estomago gruñe, hace horas que no ingiero nada de comida, tan solo un café y una tostada con mantequilla y mermelada de fresa; después de eso empezó nuestra pequeña discusión, la cual acabó derivando en sexo de reconciliación.

Salgo de entre los brazos de Marcos, aunque me cuesta trabajo ya que me tiene agarrada con fuerza, pero finalmente cede y tras soltar un gruñido entre sueños se da la vuelta y abraza a la almohada. No puedo evitar esbozar una pequeña sonrisa al verle, se ve como un niño enfadado con su ceño fruncido y sus labios haciendo morritos; me entran ganas de besarlos ahora mismo, pero sé que si lo hago no saldré de esta habitación hasta por la noche. Acaricio su rostro, el cual suaviza nada más sentir mi toque. No puedo evitar recordar las cientos de veces que hacía esto para calmarlo. La melancolía me invade y antes de ponerme triste pensando en el pasado decido salir de la habitación y pongo rumbo a la primera planta.

Estiro mis entumecidos brazos, aunque, en verdad, siento todo el cuerpo entumecido y con razón si he estado toda la noche sin a penas poder moverme por culpa del moreno. La sensación de caminar desnuda por la casa es rara, no podría describirla, pero tengo claro que no le gusta demasiado; me siento expuesta a los demás, aunque la casa más cercana está a un par de kilómetros y dudo mucho que alguien se tome la molestia de venir a las afueras de la ciudad para verme desnuda. Pero, aún así, no me gusta; además de haber otros factores que influyen como, por ejemplo, el hecho de que el hombre del que estoy enamorada al parecer está aún con las hormonas por las nubes.

Llego al gran salón y voy directa al teléfono fijo que hay sobre un pequeña mesita al lado del largo sillón. Me inclino para cogerlo cuando escucho un silbido que me es muy familiar. Rápidamente me giro, algo asustada porque pensaba que estaba durmiendo, y le miro. En su rostro hay dibuja una sonrisa divertida. Le veo aproximarse a mí hasta que su cuerpo está pegado al mío y sus brazos me rodean la cintura. Jadeo al sentir su cosita pegada a mi vientre.

—A esto le llamo yo tener buenos días —susurra cerca de mis labios, rozando su nariz con la mía de manera cariñosa.

—Idiota —susurro a modo de saludo y como puedo me escabullo de su agarre.

Necesito llamar por teléfono y Marcos y su cosita traviesa son capaces de despistarme muy rápido. Cojo el teléfono —esta vez intentando no inclinarme mucho para que a Marcos no se le ocurra atacar —, marco el número de mi casa, el cual tengo que penarlo durante unos segundos, y espero paciente a que mi madre coja la llamada, la cual, por suerte, atiende casi al instante; imagino que Noah les ha debido de despertar pronto.

—¿Sí, dígame? —atiende mi madre el teléfono. Su voz suena algo cansada.

—Hola, mamá, soy Laura.

Observo a Marcos, al cual tengo de frente, y no puedo evitar recorrer su torso musculoso hasta llegar a esa zona que tanto me hace disfrutar. Me sonrojo, porque, sí, una mujer de veintidós años tiene el mismo derecho de sonrojarse que una de quince.

—¿Qué tal, cariño, has dormido bien? —pregunta mi madre demasiado feliz.

Ruedos los ojos al recordar que tanto ella como Carol fueron las que avisaron a Marcos de que yo estaría aquí. Pero me alegra que lo hicieran porque sino, tal vez, Marcos y yo no hubiéramos podido arreglar las cosas entre nosotros; aunque aún no le he perdonado del todo, este último año ha sido muy duro y en parte es por su culpa, así que si de verdad quiere deberá de ganarse mi perdón día a día.

Amándote de nuevo, gilipollas #2 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora