09| ¿Entonces sí es el final?

1K 72 20
                                    

Narra Laura



Cuando era pequeña siempre soñé con casarme y formar una familia. Siempre fue mi sueño, y creo que el de la gran mayoría de las niñas, casarme con un precioso vestido de princesa blanco, pasear por rl pasillo de la iglesia y dar el «sí, quiero» frente al altar y al cura. Pensé que el día que me lo pidiesen sería el día más feliz, pero no fue así. Acepté ese matrimonio por la misma razón por la que me fui a Londres: para olvidarme de Marcos. Mala idea, nunca debí aceptar algo tan importante como eso por un motivo tan egoísta como el querer olvidar a otra persona. Pero el daño ya está hecho, mi prometido es una persona estupenda y no voy a joder lo que hemos construido poco a poco durante los últimos años por algo como esto. Amo a Marcos, pero no sé si estoy dispuesta a volver a pasar por todo lo que conllevaría: comerme la cabeza pensando si de verdad me ama o está con otra. Soy una cobarde, pero una cobarde con el corazón roto que sólo busca paz en su vida.

Su rostro se contrae, su mandíbula se tensa al igual que todos los músculos de su cuerpo y aprieta los puños; lo sé, por ahora mismo estoy mirando a cualquier lado salvo sus ojos. Veo como se separa de mí lentamente, se da la vuelta, pasa sus manos por su cabello y, finalmente, se sienta en la cama con el rostro escondido en las palmas de sus manos. Mi corazón se oprime, me aferro a la sábana con desesperación, como si estuviese en peligro y tan solo puedo salvarme apretándola. Pasan los segundos, la habitación se mantiene en silencio, un silencio que me está matando, y no dejó de mirar a Marcos, quien parece estar meditando. Muerdo mi labio inferior y dejo libres las lágrimas que salen de mis ojos, necesito llorar.

—¿Pensabas decírmelo o ibas a esperar a que me enterara por otra persona? —pregunta en tono frío y serio mirándome fijamente.

Un escalofrío recorre mi cuerpo y me quedo bloqueada por su pregunta; las dichosas palabras no parecen querer salir de mis labios. Mi pulso está sumamente acelerado mientras mi corazón se rompe en pequeños trozitos al ver la tristeza reflejada en sus ojos. Soy masoquista, después de romperme el corazón debería de sentirme feliz o al menos satisfecha de ver como es su corazón, esta vez, el que se rompe. Pero tan solo puedo sentir tristeza e impotencia. Duele ver al amor de tu vida sufriendo.

Sorbo mis mocos y con el dorso de mi mano limpio algunas lágrimas.

—No conté con volver a verte, creí que te habrías ido a otro lugar. No pensé volver a verte y menos conté con que acabaría acostándome contigo —susurro incapaz de hablar más alto. Mi voz sale ronca y pastosa por las dichosas lágrimas.

Marcos de levanta de un tirón de la cama, asustándome, y se acerca a mí. Me toma por la cintura y junta nuestras frentes cuando creí que me iba a besar.

—¿Te arrepientes de lo que ocurrió a noche? —inquiere con los ojos cerrados, como si mi mirada le doliese y en cierta le comprendo, su mirada duele como dientes en mi frágil alma.

Niego con la cabeza y cierro los ojos. Largo un suspiro.

—Desearía decirte que sí, pero mentiría —respondo en un susurro apenas audible.

Siento sus manos subir por mi cintura hasta llegar a mis manos, las cuales sujetan la sábana. Las despegan de esa zona y con un pequeño tirón la sábana blanca cae al suelo dejándome desnuda frente a él. No me da vergüenza, nos vimos tantas veces desnudos cuando eramos unos críos que ya conocemos a la perfección el cuerpo del otro. Lo único malo es que tenerle desnudo y tan cerca de mí, que también estoy desnuda, es que me pongo cardíaca y comienzo a desvariar.

—Aún la tienes —susurra sobre mis labios.

Jadeo. Abro los ojos encontrándome con su penetrante mirada. Sus labios dibujan una sonrisa. Miro hacia abajo y veo como la yema de su dedo pulgar se pasea por el pequeño tatuaje. Mi vista, casi por reflejo, va hacia su cadera y la veo: la inicial de mi nombre, «L». Al contrario de mi letra, la suya está como si se la hubiese hecho ayer; supongo que se la ha debido de delinear de nuevo. Llevo mi mano a esa zona y la acaricio con suma delicadeza, casi con deleite.

Amándote de nuevo, gilipollas #2 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora