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Las horas pasaron y sin siquiera notarlo, el atardecer se avistaba frente a los ojos de Spreen, luciendo con colores anaranjados y rojizos que hacían la escena memorable. Aunque estar sentado al borde de un acantilado tan solo no lo hacía sentir mejor.

Con el corazón latiendo de forma más relajada, pero sintiendo una siniestra presencia acercándose a él, se levantó de un salto al escuchar un ruido cercano.

Su instinto de animal se activó de inmediato. Miró a su alrededor moviendo sus orejas de oso, buscando la fuente del sonido mientras sus músculos se tensaban en alerta. Sin pensarlo dos veces, se agachó detrás de unas rocas, tratando de camuflarse en la naturaleza que lo rodeaba.

El sonido se acercaba, y pudo distinguir figuras moviéndose entre los árboles. Al instante reconoció las siluetas, eran Jokki y 8cho, que parecían dirigirse apresuradamente a alguna parte.

8cho se adelantó, mientras que con una expresión entre mezcla de enojo y determinación. Gritaba al aire toda clase de insultos y maldiciones, exigiendo recuperar lo que alguna vez fue suyo.

— ¡Missael, hijo de puta, ni siquiera creas que te dejaré ir tan fácil! —  Exclamó 8cho.

— ¡Cierra tu puta boca un minuto! ¡Me estáis dando dolor de cabeza! — Reprochó su colega, harto de las rabietas del español que la noche anterior había perdido a su "juguete" más preciado.

8cho se detuvo de manera repentina y se giró a ver a su compañero con enojo, ambos comenzaron una discusión de palabras donde se reprochaban quién había sido el imbécil que "dejó escapar" a Missa.

Spreen, que observaba detrás de las rocas sin ser visto, apretó los dientes, comenzó a buscar en su inventario de forma discreta alguna arma que lo pudiera ayudar a combatir a esos dos, pero al haber salido tan a prisa, ni siquiera una manzana dorada tenía encima. Era inútil plantarles cara en ese momento.

No tuvo opción que esperar una distracción de ambos para alejarse en dirección opuesta, comiéndose todo su orgullo. Pero la cautela fue nula, pues una rama que rompió bajo su pie alertó a los dos hombres que discutían acaloradamente.

Un silencio incómodo fue suficiente para que los dos españoles se pusieran a la defensiva, el ambiente era tenso y eso abrumaba al híbrido de oso, que salió corriendo con velocidad casi inhumana, comenzando así una persecución.

Cada hoja que pisaba era una señal para sus perseguidores. El terreno se volvió más escarpado y accidentado, pero eso no lo detuvo. La adrenalina corría por sus venas, impulsándolo a seguir adelante. Los gritos de sus enemigos resonaban detrás de él, llenos de rabia y frustración.

Finalmente, emergió en un claro al borde de otro precipicio.

Con respiración entrecortada, miró al abismo frente a él. No había escapatoria, pero tampoco iba a dejarse capturar. Miró hacia atrás una vez más, enfrentando a sus perseguidores que se acercaban. Cerró los ojos por un instante, recordando una de las preguntas que habían estado atormentando su mente.

"¿Qué tiene de especial ese chico? Todos matarían por él". La respuesta, que antes había sido un enigma, comenzó a tomar forma.

Los hombres frente a él lucían amenazantes, eran leales a sus absurdos ideales. Y Spreen era la clave para conseguir su objetivo. Pero este se negaba a ser utilizado como pieza en su juego retorcido.

— ¡Vení por mí, hijos de puta! —

Con un grito de desafío, dio un paso atrás y se lanzó al vacío. El viento silbó en sus oídos mientras caía, pero en su rostro se dibujó una sonrisa.

ᴇɴᴛʀᴇ ᴇʟ ᴅᴏʟᴏʀ ʜᴀʏ ᴀᴍᴏʀ |ᴍɪssᴘʀᴇᴇɴ|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora