Capítulo 4

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Scarlett

En algún momento terminé durmiéndome sobre la cama. En cuanto mi cuerpo rozó el colchón este pareció amoldarse a mi forma, casi como si me estuviera abrazando, y mis ojos se cerraron de forma inmediata. Pensaba llevarme esta maravilla humana al orfanato cuando terminara el curso o, bien, cuando los profesores se hartaran de tenerme por aquí y me enviaran de vuelta con Nancy (lo cual no me importaba).

Me levanté de la cama, colocándome los zapatos y sintiéndome desorientada porque la habitación estuviera ya casi sumida en la penumbra. No tenía la menor idea de que hora era, pero, si se estaba poniendo el sol, significaba que ya eran casi las ocho.

Recordé que Amelia me había dicho que estuviera puntual para recoger la cena si no quería quedarme sin ella, así que, no queriendo tentar a la suerte y colocándome de nuevo mi abrigo, me dispuse a salir del cuarto. Tan solo di un par de pasos en dirección a la puerta antes de detenerme en seco y volver sobre ellos. Me acerqué a la pata de la cama y agarré la mochila, colocándola sobre el colchón. Busqué en su interior, revolviendo toda la ropa que tenía, hasta que di con lo que buscaba: el teléfono que Nancy me había dado.

Saqué el dispositivo de su caja y lo guardé en el bolsillo de mi chaqueta junto con las instrucciones. Sinceramente, no estaba segura de si en esta institución permitían el uso de aparatos electrónicos humanos o no, así que no me iba a arriesgar a llevarlo a la vista de nadie.

—¿Bamba? —llamé a mi protectora.

Sentí el leve cosquilleo en mis costillas a modo de contestación. De seguro había vuelto a mí después de haber devorado su comida.

Con todo ya listo, y asegurándome de que llevaba también la llave de la habitación, abrí la puerta y salí al vacío pasillo. Cerré con cuidado detrás de mí, comprobando que el seguro funcionaba bien. Tiré un par de veces del pomo y, al ver que el portón no se movía de su sitio, me encaminé por el pasadizo de suelo marmoleo.

Después de cuatro tramos de escaleras bajados y cuatro corredores atravesados llegué a la primera planta repleta de más puertas asignadas a ser los aposentos de otros estudiantes. A medida que me iba acercando al pasillo principal podía escuchar con mayor intensidad el tumulto de voces que había empezado a picarme las orejas desde la segunda planta.

Me acerqué a la barandilla y mi mirada se desplazó a la sala principal que había debajo de mí mientras caminaba hacia la gran escalinata para poder descender. Observé a todos los estudiantes, congregados en grupos, que se encaminaban por el pasillo que se encontraba a mi izquierda, adentrándose en las entrañas del enorme castillo.

Descendí cada peldaño teniendo cuidado de que mis pies no se enredaran en la roja y kilométrica alfombra. No necesitaba hacer una humillante escena frente a cientos de estudiantes en mi primer día aquí. La verdad, prefería que no ocurriera ningún accidente vergonzoso más en lo que me quedaba de vida (lo cual significaba la eternidad). Había tenido bastante cuando, a mis doce años, Nancy tuvo que venir a buscarme al instituto porque una chica junto a mí se había cortado el dedo con el folio y mis instintos vampíricos habían aflorado al instante. Mi única reacción en aquel momento fue salir corriendo de clase y encerrarme en los baños hasta que conseguí que mi sed de sangre frenara. Mucho más tranquila, me acerqué al lavamanos a refrescarme la cara (la cual sentía ardiendo), pero me olvidé que justo aquel grifo estaba roto y el agua salió disparada sobre mí, empapándome por completo. Enfadada con la vida, volví al aula dejando un pequeño rastro de agua por detrás de mí. Cuando mis compañeros me vieron empezaron a burlarse de mí, alegando que me había miccionado encima cosa improbable porque no solo mis pantalones estaba empapados sino toda yo. La profesora me sacó del salón diciéndome que iría a llamar a Nancy para que viniera a buscarme.

𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃𝐁𝐎𝐔𝐍𝐃: 𝑺𝒉𝒂𝒅𝒐𝒘𝒔 𝒐𝒇 𝒕𝒉𝒆 𝒏𝒊𝒈𝒉𝒕  | ENHYPENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora